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El delicado camino de la confesión

PREGUNTA

“Soy una mujer casada. Asisto a la iglesia pero mi esposo no, él es un hombre tranquilo pero muy estricto. Lamentablemente cometí un error en mi vida que me ha dejado marcada. Sé que Dios perdona al pecador y confió plenamente en ello, sin embargo, no tengo paz no porque crea que Dios no me perdona sino porque mi error nunca se lo he dicho a mi esposo y no sé si deba hacerlo, me siento muy confundida porque no sé qué hacer.

Cuando tenía cerca de 20 años tuve confusión con mi sexualidad y me involucré en relaciones lésbicas. Ocurrió hace diez años. Me casé hace cinco, pero había estado de novio con él desde que yo tenía quince. La relación lesbiana duró dos años. Nunca he podido decirle nada a él por miedo a su rechazo. La verdad es que no se si deba o no decírselo. El vive repitiendo que odia la mentira. Además creo que lo dañaría profundamente y posiblemente destruiría mi matrimonio. Creo que un incoverso como a él le resultaría difícil perdonar.

No deseo ver mi matrimonio despedazado porque siento que él no es capaz de perdonar, al menos esto. He leído que existen pecados que debemos confesarlos unos a otros y otros que solo se confiesan a Dios no se cual es mi caso.

Nunca le he dicho a nadie de esto, yo sola me torturo pensando. No sé qué hacer y qué decisión tomar, le ruego que me de alguna orientación”.

RESPUESTA

Apreciada amiga:

Me da tristeza saber que durante tanto tiempo te has torturado a ti misma. En muchos sentidos, siento que eres víctima de tu propia conciencia y de una sensibilidad que está vinculada especialmente no a la falta de perdón de él, sino al castigo que te has infringido a ti misma.

Lesbianismo

Lo que te ha pasado en muchos sentidos responde a patrones de vida. No llegaste a esa situación de la noche a la mañana. Fue un proceso. Algo debió haber sucedido en tu vida que creó las condiciones para que tuvieras dificultades para tu identidad sexual. Muchas veces, ese proceso ocurre precisamente en la adolescencia, a los veinte años, puedes haber sido una adolescente tardía, como le pasa a muchas personas.

Nadie tiene derecho a juzgarte por lo que has vivido. Suficiente has tenido con lidiar con tus complejos de culpa.

A veces los cristianos, con un juicio implacable solemos tratar a quienes tienen luchas con su preferencia sexual como si fueran los mayores pecadores del mundo, cuando en realidad, son personas con conflictos que merecen nuestra mayor comprensión y empatía. Si alguien cree que es fácil vivir una situación de esa índole, no sólo peca de simplista, sino que no entiende nada. He atendido a suficientes personas con problemas de identidad sexual para entender que se trata de algo muy complejo que no alcanza con simplemente decir que tienen un “problema” o “un pecado”, como a algunos simplistas les gusta sostener.

No creo que Jesús con su amor y empatía habría actuado como suelen obrar algunos que se hacen llamar “cristianos” y sin embargo, discriminan, maltratan y excluyen. Jesús dijo: Yo “no juzgo a nadie” (Jn. 8:15), esa misma debería ser la actitud de quienes se llaman sus seguidores.

El perdón y el sentimiento de culpa

Hay algo en tu experiencia que no está bien. Vives con culpa y eso te está matando. Cuando uno acepta el perdón de Dios también debe entender que el perdón de Dios es incondicional. ¿Por qué castigarte a ti misma si Dios no lo hace? ¿Por qué maltratarte si ese no es un camino de paz?

Dios no está continuamente recordándonos nuestros errores, al contrario, la Biblia dice que “arroja al fondo del mar todos nuestros pecados” (Miq. 7:19), una forma metafórica de decirnos que Dios no es como los seres humanos, una vez que perdona olvida.

Cuando no estamos dispuestos a entender este concepto, el pecado nos hunde, nos hace sentir cada vez más mal, nos va corroyendo y termina por destruirnos, ese no es un camino adecuado.

El sentido de la confesión

La confesión de pecados tiene un sentido, pero hay que entender el contexto. La confesión está en relación a la alteración de las relaciones con otras personas cuando se busca reconciliación, perdón y reanudación de los vínculos rotos. Es el sentido que tiene en Santiago 5:16 donde los cristianos de dicha comunidad estaban peleados entre sí y necesitaban arreglar la situación. Del mismo modo Números 5:16, en el contexto de un robo que ha causado daño.

Es un mal concepto el que sostiene que debemos confesar públicamente nuestras faltas. La mayoría de las veces eso no hace bien. Ahora, si la confesión pública es un testimonio de restauración que da cuenta de la manera maravillosa como Dios ha regenerado la vida de una persona, eso tiene otro sentido, y en ese contexto, se convierte en una herramienta de esperanza, no creo que ese sea tu caso, aún.

La confesión a Dios

Distinto es con respecto a Dios. Él conoce todos nuestros errores, sin embargo, lo maravilloso es que no sólo conoce lo que hemos hecho equivocadamente, sino que además sabe las circunstancias que han motivado nuestra conducta.

Dios no es implacable, al contrario, ha dado muestras suficientes de que lo que lo mueve es la misericordia y la clemencia. No busca la perdición sino la redención de las personas en ese sentido, la confesión a Dios tiene el propósito de ayudarnos a descansar en el amor y el perdón de Dios que siempre está dispuesto a guiarnos y restaurarnos.
Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad (1 Jn. 1:9).
Dios está dispuesto a perdonarnos, limpiarnos y restaurarnos, por eso mismo la confesión de nuestras faltas a Dios tienen como fin buscar el perdón para vivir en paz.

El salmista dice algo similar:
Voy a confesar mi iniquidad, pues mi pecado me angustia (Sal. 38:18).
Luego de la confesión a Dios no necesitas realizar nada más, ni penitencias, ni obras para ganarte el favor de Dios, él en su compasión siempre te recibe y está dispuesto a no discriminarte ni excluirte de ningún modo.

El peligro de confesar a quien no está preparado

Cuando la confesión no está en el contexto de la reconciliación, puede ser contraproducente y provocar un mal antes que un bien.

¿En qué ayudaría a tu esposo el saber la situación que viviste? ¿Cómo colaboraría si él no es cristiano y por lo que dices resulta muy estricto y riguroso en su forma de ser? ¿En qué ayudaría en este momento a tu relación con él el ventilar una lucha interna que has tenido?

Algunos interpretan el versículo del salmista:
Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día (Sal. 32:3).
Como una invitación expresa a confesar a diestra y siniestra todas nuestras faltas. Sin embargo, no eso lo que dice el texto. El salmista se consumió porque no se reconciliaba con Dios sabiendo que era culpable y la divinidad lo sabía por eso los versículos anteriores dicen:
Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño (Sal. 32:1).
Pero está hablando del individuo con Dios, y en un contexto global, de las personas que necesitan dialogar con otra persona en pro de la reconciliación, la armonía y el buen vivir.

Hablar cuando no es tiempo es más dañino que callar. En algunos momentos el silencio es mejor que cualquier verdad.

El miedo y la culpa

En tu caso, la combinación miedo y culpa, son dos potenciales elementos que te pueden dañar no sólo en tu vida religiosa sino en tu estabilidad física.

Si temes la reacción de tu esposo deberías analizar profundamente los lazos verdaderos que te unen a él. Porque probablemente tu miedo puede esconder algo más profundo que esta situación simplemente pone en evidencia.

Temer el rechazo es en el fondo no entender que la relación de pareja se construye en claros y oscuros, donde aceptamos que no somos perfectos, pero que podemos construir un proyecto de vida con los dos lados de la luna. Nadie está libre de tomar malas decisiones o hacer acciones, que si bien pueden no ser malas en sí mismas, tienen el potencial de no gustar al otro. Vivir constantemente con miedo puede ser sintomático de que en realidad no vives con alguien que está dispuesto a amarte tal como eres, con tus claros y oscuros.

Vivir contigo misma

En realidad, lo más importante que debes resolver, más allá de tu marido y los “qué dirán” es cómo vas a vivir contigo misma. Sé por experiencia el daño profundo que hace la culpa, no podemos vivir atados a lo que hicimos como un lastre, tenemos que construir futuro, vivir con paz, de otro modo la existencia se torna en algo torturante, y vivir así no es vida.

Creo que callar es lo correcto, no le haría bien a nadie que hablaras, pero ese no es el punto. Descubrir la causa más profunda de tu ansiedad es lo que importa, entender por qué sientes la angustia que tienes. ¿Será que en el fondo dudas de tu matrimonio? Eso sería algo distinto que tratar y te guste o no tienes que enfrentarlo.

Tu marido es una persona inconversa, a menos que sea un humanista convencido y entienda la fragilidad humana, lo más probable es que reaccionará como la mayoría de los machos que conozco: Con ira, con desprecio, con un sentimiento de víctima y culpándote de todo, sin darte tiempo para elaborar, dialogar y construir.

Conclusión

No puedo señalarte qué debes hacer, sólo te muestro las consecuencias de hablar cuando no es el momento.

La Biblia dice:

“Todo tiene su momento oportuno” (Ecl. 3:1). Descubrirlo es el mayor reto de la vida, entender qué está bien y en qué momento. Apresurarse de nada sirve.

El mismo autor bíblico dice: Hay “un tiempo para callar, y un tiempo para hablar” (Ecl. 3:7). Eso implica que el silencio no es una mala idea cuando hablar puede ser contraproducente.

Confío en que tengas paz, que te refugies en los brazos de Dios que nunca, por ninguna razón, te despreciará y siempre estará dispuesto a recibirte de manera incondicional.


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Tal como en las otras respuestas, publicamos la misma con autorización de la persona involucrada. Sin embargo, quienes nos preguntan a través de nuestro blog, asumen la autorización explícita para publicar la respuesta en el mismo sitio. 


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Durmiendo con el enemigo

PREGUNTA

“Me casé con un hombre que es líder de la iglesia. Es un hombre muy activo, hace obra misionera, predica, etc. En la iglesia lo admiran y aprecian mucho. Los hermanos de la iglesia siempre me decían que yo era muy afortunada de tener a un hombre como él a mi lado, y yo realmente lo creía. Hasta que me cansé de vivir de apariencias.

Actualmente tengo 30 años de edad y estoy separada de mi esposo. La razón es la siguiente: Nunca he podido tener relaciones sexuales y durante ocho años viví pensando que era mi culpa. Antes de casarme nunca tuve un encuentro íntimo con nadie. Nunca ha habido penetración, por más que yo me esforzaba y soportaba el dolor, simplemente no podía.

El primer año fue muy difícil, mi esposo me corrió varias veces de la casa, y por no pasar la vergüenza de decirles a mis padres, me aguanté. El nunca fue agresivo conmigo. Nunca me grito, nunca me golpeó. Hasta me sentía agradecida de que él me soportara con mi problema, de que no me abandonara; porque yo era consciente de que él podía buscarse otra mujer que pudiera darle lo que yo no podía. Me sentía profundamente triste y por mucho tiempo le pedí al Señor que me mandara al descanso para no seguir arruinando la vida de mi esposo. Pensaba que al morirme, él quedaría en libertad para volverse a casar y que pudiera ser verdaderamente feliz.

Después de tres años llegó nuestro primer hijo, dos años después el segundo. Desde entonces empecé a dormir separada de mi esposo, porque a él no le gustaba que los niños lo despertaran. Siempre me decía que no podía desvelarse porque él tenía que trabajar y que además iba a envejecer “prematuramente”. Sólo iba a su cuarto cuando tenía que “atenderlo” según sus palabras.

Al principio sentía cierto punto placer, pero él siempre me decía que no podía sentir placer porque no había penetración. El sólo se desvelaba cuando quería que le diera las “migajas” (así le decía a lo que yo podía darle) y cuando terminaba se dormía muy a gusto. Yo quería platicar, porque me gusta mucho hacerlo y él me decía que tenía que dormir. Me refugiaba en la recámara de mis hijos, y allí lloraba hasta altas horas de la madrugada.

Aunque el trato con mi esposo era cordial, las cosas empezaron a empeorar. Empecé a sentir repulsión y a detestar que mi esposo me pidiera que lo atendiera. Yo no sentía nada, ningún tipo de placer, solo dolor. Pero siempre terminaba atendiéndolo porque él me decía que era mi obligación, que se había casado para tener mujer, y yo, pues terminaba accediendo porque estaba “obligada”.

Después empecé a acceder por dinero. Me compraba cosas, ropa, me llevaba a tiendas, me daba dinero para mandarles a mis papas, pero yo sabía que tenía que acceder. Como no trabajaba, me aferré a eso para poder tener dinero. Sabía que mi situación era una bomba de tiempo que tarde o temprano explotaría. Empecé a negarme a “atender” a mi esposo. Una vez llegó a ofrecerme 300 dólares. Obviamente me negué. A estas alturas de la relación yo me había refugiado en internet. Era un escape, porque chateaba con mis amigas, mis hermanas, o simplemente navega. Él me cortó internet y lo reconectó cuando yo lo “atendí”.

Me sentía decepcionada y frustrada porque solo servía para suplir necesidades y nadie suplía las mías.

Muchas veces le pedí a mi esposo que me apoyara cuidando a los niños por la noche para tomar clases de inglés y nunca quiso. Me decía que si quería estudiar que lo hiciera en casa por internet. Le pedía que me pagara el gimnasio para hacer ejercicio, salir de casa, conocer gente, pero no. El no podía cuidar de nuestros hijos porque tenía que dar estudios bíblicos.

Terminé haciendo ejercicio y estudiando inglés en casa. Llegó el momento de decirle a mi esposo que ya no quería seguir con él, que ya no lo quería y lo tomó muy mal. Me dijo que era pecado el divorcio, que el divorcio no era una opción para mí y que si quería irme, tendría que hacerlo sola, sin mis hijos. Que el juez le otorgaría la patria potestad de nuestros hijos porque yo nunca había podido tener relaciones sexuales. Me decía que pensara en ellos, que los hijos de padres divorciados sufren mucho. También me dijo que los divorciados son mal mirados en la iglesia, que él ya no podría predicar ni participar tanto en la iglesia si era divorciado, me decía que Satanás me estaba usando para destruir nuestro matrimonio.

A estas alturas yo me sentía muy culpable e intenté en dos ocasiones tomar pastillas para terminar con la pesadilla que me acongojaba y en otra ocasión quise ahorcarme con un cable y como no tuve el “valor” de hacerlo me lastimé la espalda con el cable para dejar de pensar que era una mala mujer, que estaba en pecado y que Satanás me utilizaba para dañar a mi esposo. Me sentía terriblemente mal porque quería anteponer mi bienestar al de mis hijos y por eso sufría en silencio.

Entonces mi papá vino a estar con nosotros un mes y aunque intenté ocultar la situación de mi matrimonio, él se dio cuenta. Cuando llegó con mi mamá él le dijo (sin que yo estuviera presente) que yo estaba mal, que mi matrimonio no estaba bien y que intentara sacarme la verdad. Ellos se preocupaban porque me veían delgada, pálida, triste, sin ganas de vivir. Cuando viajé a visitar a mis padres, mi mamá habló conmigo y le conté la verdad. Ella me dijo que yo era objeto de violencia psicológica y que el que no pudiera tener relaciones sexuales no era culpa mía completamente.

Sin embargo, regresé a casa, por mis hijos, pero vivía estresada, con gastritis, dolor de estómago, diarrea, y de mal humor todo el tiempo. En las vacaciones visité nuevamente a mis padres. Mi papá aún no sabía la seriedad del asunto. Un día habló conmigo y le dije lo que ocurría. Me contestó lo mismo que mi mamá. Entonces decidí no regresar.

Cuando hablé con mi esposo, lloró bastante (y nunca lo había visto llorar) y me rogó que no destruyera nuestro matrimonio. Le dije que les había contado todo a mis papás y que ellos apoyaban mi decisión. Me prometió que cambiaría, que no me pediría que lo atendiera, que ayudaría con los niños, que me llevaría a clases de inglés, etc. Pero no podía regresar. Tuve una crisis nerviosa, mis padres se asustaron mucho y mi papá habló con mi esposo y le dijo que lo mejor era que yo me quedara un tiempo con ellos. Mi esposo trató por todos los medios de convencerme, me dijo que buscaríamos ayuda profesional para que yo tratara mi problema, me dijo que la culpa era de él principalmente (aunque siempre me hizo sentir como la única culpable), pero no accedí.

Hace unos días atrás me habló por teléfono y me preguntó cómo me sentía, si ya podía regresar, si ya había pensado qué hacer. Me volvió a decir que él ha sido muy paciente conmigo y que nunca me abandonó a pesar de que nunca he podido tener relaciones sexuales. El pastor de nuestra iglesia quiere venir a hablar conmigo, pero obviamente querrá convencerme de regresar con mi esposo y de que como cristianos tenemos que perdonar y olvidar, pero no puedo.

No quiero regresar. Quiero estar sola, tranquila, sin que mi esposo me obligue, sin que él use su fuerza física para hacer cosas que no quiero.

Tengo miedo que me convenzan y regresar y que todo siga igual o peor. El sabe que ya no lo amo (aunque él llegó a decirme que yo nunca lo había querido) y que me quiero divorciar, pero él sigue diciéndome que debo pensar en mi vida espiritual, que el divorcio es pecado, etc. Precisamente ayer discutimos por teléfono porque le dije que quiero el divorcio. Me dijo que yo le daba lástima, que me iba a quedar sola porque nuestros hijos terminarían yéndose con él cuando fueran un poco más grandes.

Me dijo que me iba a arrepentir de mis palabras y actos, que tenía miedo que a nuestros hijos les pasara algo malo, dando a entender que Dios me castigaría por mis actos. Los hermanos de la iglesia no saben el motivo de nuestra separación. Llego a la iglesia y me miran feo, como la mala del cuento. No quiero pleitos con él, al fin de cuentas es el padre de mis hijos, no quiero hacerle daño, pero cuando recuerdo todo lo que me decía y hacía me da mucho coraje. He vivido con miedo durante mucho tiempo. No se si él quiera firmar el divorcio voluntario. No sé qué es lo que debo hacer, si alejarme, demandarlo por todo lo que me hizo, no sé si tener compasión por él, no sé.

Estoy tratando de salir adelante. Me inscribí para estudiar una carrera en línea, estoy buscando trabajo y quiero salir adelante con mis hijos. Quiero sentirme útil y ser independiente. Gracias por escucharme”.

RESPUESTA

Querida amiga:

He puesto casi toda tu carta para que quienes lean tengan una visión clara de lo que te ha sucedido. A veces es difícil ponderar todos los hechos y sacar conclusiones, no obstante, en tu caso eres explícita y clara, intentaré ser lo más claro posible para que me entiendas y otras personas en una situación similar también comprendan que durante años has vivido al lado de un gorila.

Creo que demoraste mucho en responder como deberías haberlo hecho desde el principio. Un matrimonio no se puede vivir con apariencias, o funciona o no funciona, vivir de apariencias es condenarte a ser infeliz. En tu caso, has soportado una carga innecesaria por años.

Hay expresiones que utilizas en tu carta que son francamente ilógicas e incomprensibles, eso muestra el daño profundo que tienes porque no alcanzas a dimensionar el problema.¿Cómo puedes decir que nunca has podido tener relaciones sexuales y tienes dos hijos? Hay algo allí que no cuaja, no sé cómo habrás quedado embarazada, a menos que te hayas hecho algún tipo de fecundación in vitro o que, en tu caso, por lo que se infiere, hayas sido violada reiteradamente por la persona que se suponía que tenía que respetarte.

Vaginismo

El que tengas dolor y no pueda haber penetración es un problema más o menos común en muchas mujeres. Es un problema médico y se llama vaginismo, es un problema que no se cura con palmaditas en el hombro y diciendo "relájate". Debes acudir a un especialista, un médico ginecólogo(a) y por el tiempo que ha pasado, seguramente necesitarás ayuda de un(a) psicólogo(a) que pueda ayudarte con tu autoestima destruida. Consulta esta página para que tengas una idea del problema del vaginismo.

El vaginismo es un problema físico con componentes psicológicos importantes. Es la contracción involuntaria de los músculos perivaginales provocando mucho dolor en el coito. No es un acto voluntario sino reflejo. Se configura de esa forma una disfunción sexual más o menos grave dependiendo de los atenuantes.

Las causas deben ser tratadas con un especialista porque pueden ser médicas con un componente netamente fisiológico o una mezcla de factores médicos y psicológicos. En cualquier caso debe ser un profesional el que diagnostique lo que te sucede y ofrezca un tratamiento adecuado.

Lamentablemente, la ignorancia hace creer a muchos varones, especialmente machistas y gorilas, que la mujer siente dolor porque se opone a tener relaciones o porque los rechaza. La respuesta habitual del macho herido es:
  • Forzar la relación sexual, pese al dolor y provocando que la situación sea peor. 
  • Alejar a la mujer por sentir que está siendo rechazado. 
  • Agredir a la mujer hasta hacerla “entrar en razón” y tener que acceder a la relación aún cuando para la mujer es literalmente una tortura. 
  • Manipular con dinero, culpa, amenazas, o lo que sea con el fin de conseguir lo que quiere. 
Todos estos elementos no sólo agravan el cuadro, sino que hacen que la mujer sólo al pensar en la relación sexual tenga una contracción involuntaria que la hace predisponerse.

El vaginismo no sólo provoca dolor, sino además fobia a la sexualidad, ansiedad, depresión, angustia, mal auto concepto, disminución o eliminación de la libido, enfermedades psicosomáticas, aislamiento… todos elementos que has vivido de una manera clara y que se habrían solucionado antes con pedir ayuda.

No hay nada mítico, ni misterioso, es simplemente un problema médico y psicológico que tiene solución. Vivir lo que has vivido, estando en pleno siglo XXI es simplemente inaudito.

Las varias caras de la agresión

Apreciada amiga, tienes una confusión en tu mente. ¿Cómo que no fue agresivo? ¡Claro que lo ha sido y mucho!

El correrte de la casa es un acto de violencia, en vez de haber pedido ayuda profesional él optó por culparte. El gran problema es tu marido, que no supo darte ni la confianza que necesitabas, ni buscar juntos ayuda con un profesional. El vaginismo tiene solución, pero se necesita ayuda de quienes han estudiado el problema.

Lamentablemente en una cultura de violencia se considera que violencia es sólo cuando hay golpes, lo que es no sólo minimizar el problema sino no entender qué es agresión. Tu esposo, desde un comienzo ha demostrado ser una persona agresiva y violenta, por mucho que a otros les sonría con cara de cándido.

Buscar ayuda

Lo que escribes es Machismo al revés, es decir, una respuesta de una persona que no entiende su valor como persona. ¿Qué no le dabas? ¿Una relación sexual plena? ¿Dónde estaba tu "amoroso" marido para encontrar una respuesta a los problemas juntos? Cuando una pareja tiene problemas con su sexualidad, el problema no es de uno, sino de ambos. Por lo tanto, lo que corresponde es que ambos busquen ayuda.

No sé qué educación has tenido, pero esa forma de pensar es digna de una persona que no ha entendido su valor como persona. Tú has tenido un problema que podría haberse resuelto hace años atrás, si tu esposo hubiera sido más amable, comprensivo, cariñoso y hubiera dejado sus idioteces machistas a un lado, y hubiera ido contigo a un especialista en sexualidad para ayudarles con el problema.

Casada con un gorila

Perdóname que lo diga de esa manera, pero has estado casada con un gorila, por decir lo menos. Un pobre hombre que nunca ha entendido como funciona la sexualidad propia ni la de su esposa. Tú no eres máquina, y la sexualidad no consiste sólo en penetración, esa es una burda tontería orquestada por mentes machistas que no entienden nada del funcionamiento de la psicología sexual. ¿Quién te atendía a ti? ¿En qué momento él pensaba en ti como una persona sexual que también necesita estímulo y placer? No eres un juguete sexual, eres una persona y como tal mereces respeto.

Con esa frase de que “no hay relación sexual sin penetración”, tu marido demuestra ser un "tarado sexual", un ignorante de tomo y lomo, un troglodita que no entiende ni cómo funciona su cuerpo ni menos cómo funciona el tuyo. Hay muchas formas de sentir placer y llegar a un orgasmo y vivir la intimidad sexual dentro del matrimonio, suponer que la penetración es la única forma, demuestra lo atrasado que él y tú han estado en educación sexual. Lee, infórmate, no te quedes con esas ideas absurdas vertidas en ti por un individuo que simplemente no aprendió nada.

Me molesta pensar en varones como tu ex marido, individuos egoístas que sólo piensan en sí mismos, cada vez que la relación sexual se torna en una competencia de destreza se convierte en una cuestión de mostrarse a sí mismo cuan buen "amante" o "semental" es, lo que no tiene nada que ver con una relación sexual sana, todo lo contrario.

La dificultad de dialogar con un gorila

Es difícil conversar con un gorila. Es muy triste lo que cuentas, simplemente tu marido ha actuado como un típico machista, sin sentimientos y con una forma de ser al más puro estilo de los cavernícolas. Lo único que le ha faltado es el garrote y arrastrarte de los pelos para abusar de ti. Aunque no estoy seguro que no lo ha hecho.

Lamentablemente, la forma en que has actuado es simplemente una forma de prostituirse dentro del matrimonio, lo cual no sólo daña más tu relación con él, sino que además, te puso en el camino de la manipulación y dañó tu autoestima y tu valía como persona.

Lo que me cuentas es una historia de terror. Vivir de esa forma es muy triste. ¿Por qué no lo dejaste antes? ¿Por qué no buscaste ayuda? Son preguntas que debes hacerte para no vivir una pesadilla de esas nunca más.

Te convertiste en una máquina por la cual nadie pensaba. Eso es el precio de vivir al lado de un gorila.

La excusa de lo religioso

Me indigna la excusa de lo religioso. Muchos se refugian en la iglesia sin pedir ayuda profesional para sus problemas. Mostrarse "espiritual" con los de afuera, y engreído, orgulloso, maltratador con los de casa es simplemente una forma de hipocresía que no admite un examen serio.

El que tu ex marido te haya manipulado con la religión haciéndote sentir culpable e indigna porque has decidido dejarlo, es simplemente indignante. El matrimonio es bueno, pero nunca hasta llegar al martirio. Si no funciona, quedarse en una mala relación es simplemente poco sabio. Si él se acerca a tus hijos con esas ideas, es probable que les haga un gran daño.

Es verdad que los hijos sufren frente a un divorcio, ciertamente, pero sufren mucho más cuando viven en un medio ambiente donde hay tensión, malos tratos y una forma opresiva de vida.

Lo que te ha dicho tu ex marido son las palabras de un egoísta, engreído, orgulloso, que sólo piensa en sí mismo. ¿Por qué no mirarlo de otra forma y entender que él ha sido durante todo este tiempo un instrumento del enemigo para destruir tu vida? Esa forma de encarar las cosas, es simplemente la más ruin, utilizar la religión como una manera de violentar a otra persona.

El verdadero egoísmo 

Es penoso que durante tanto tiempo no hayas pedido ayuda. Tu problema fue agravado por vivir al lado de una persona ignorante, egoísta y que simplemente con sus "estupideces sexuales" nunca entendió nada sobre sexualidad femenina. El problema no es sólo tuyo, es en gran parte de él.

Buscar la felicidad propia no es egoísmo, buscar el bienestar para tus hijos tampoco, tu esposo te traspasó un concepto que no sólo es erróneo, también es cruel. El egoísmo verdadero es perder de vista la propia individualidad y no entender el equilibrio que debe existir entre el propio bienestar y el de los demás. Darse por otros, olvidándose de sí mismo, es una forma de egoísmo absurda. De hecho la expresión griega egoísmo significa “girar en torno a sí mismo”, es una manera de decir que la persona está esclavizada a una visión distorsionada de la realidad.

El apoyo de tus padres

Tu madre me cae bien sin conocerla, te ha dicho la verdad, la más pura verdad, ella entendió lo que tú debiste entender antes... vivir al lado de un gorila no te ayuda a salir del problema que tienes, al contrario.

El abuso psicológico se expresa de muchas maneras: Manipulación, humillación, descalificación, meter culpas, aislamiento, no ayudar, etc. Has sido víctima y no entenderlo es un triunfo del enemigo con el cual has estado durmiendo.

Me alegro que cuentes con tus padres. Muchas mujeres viven el dilema de tener que soportar a individuos trogloditas como tu ex marido porque simplemente no tienen a quien acudir. Tus padres son un regalo. Me alegro que existan personas como ellos que no apañan el error ni se escudan en esa forma cruel de actuar que supone que el problema es privado y se alejan de sus propios hijos.

Lágrimas sospechosas

Es una constante que cuando personas abusivas son abandonadas, lloran y hacen verdaderas escenas de teatro para lograr que sus víctimas se queden con ellos. Algunos son dignos de un Oscar a la mejor actuación. Lágrimas de cocodrilo, debería haberlo pensado antes, luego de tanta humillación, abuso sexual, maltrato psicológico, llorar no sirve.

No puedes volver al lado de un gorila, a menos que él busque ayuda solo. Que entienda el daño que te ha hecho y acepte las consecuencias de todo su accionar, incluyendo el que no quieras estar más con él. Por lo demás, tú necesitas buscar ayuda profesional, psicológica y médica para salir del problema en que estás.

El que después de un tiempo tu ex marido pretenda manipularte y doblegar tu voluntad con los argumentos que usa, demuestra que sus lágrimas no son reales. Su forma de actuar sigue siendo abuso, una forma cruel de obrar, un chantajista emocional.

El perdón

El perdón no implica reconciliación automática. El perdón es un proceso que nadie puede vivir por ti. Sólo tú. Es personal. No hables con nadie, menos con un pastor que tienda a espiritualizar las cosas, busca ayuda profesional, sana de las heridas físicas y psicológicas que tienes, luego cuando estés fuerte y sana habla con quien quieras.

El perdón es un proceso que debes vivir, pero a su tiempo, de la forma debida, y porque es necesario. No obstante, perdonar no significa que debas volver con él. La reconciliación es otro proceso, a veces, más largo que el perdón.

El derecho a irte

Muchos en el ambiente cristiano, influenciados por ideas católicas que vienen desde la edad media han satanizado el divorcio. Sin embargo, el divorcio existe desde hace siglos y está presente en la Biblia. Si no quiere vivir más con él es tu derecho y nadie puede obligarte.

Muchas veces se confunde la separación con el nuevo matrimonio, como si fueran lo mismo. Ese es el problema. Una cosa es divorciarse y otra muy distinta, estar autorizado para formar un nuevo matrimonio, no te confundas.

El uso de la fuerza en la relación sexual

Cuando se usa la fuerza y se actúa en contra de la voluntad de una persona, esa conducta se violación. Has sido violada por mucho tiempo por una persona que nunca entendió el problema médico serio que has tenido. Aún en el matrimonio, cuando la relación sexual es forzada, eso se constituye en violación marital.

Nunca, bajo ningún punto de vista alguien debería ser forzado por ninguna razón a tener relaciones sexuales. Me molesta el concepto “deber” que algunos han puesto a la vida sexual. Si es deber es deuda, si es deuda, entonces, no es voluntario y en ese caso, se configura un delito. Persuadir, ponerse de acuerdo, actuar en consenso, son las conductas apropiadas. Manipular, forzar, obligar son parte de una figura legal que se llama violación.

Conclusión

Me alegra mucho que estés estudiando y trabajando. Una de las causas principales del abuso hacia mujeres está directamente relacionada con la dependencia económica. Estás dando un paso importante hacia tu independencia y hacia la sanidad.

Confío en que me escribas contándome que estás siendo asistida por profesionales médicos y de la salud mental. Que te están ayudando a resolver tu vida. Confío que busques la sabiduría de lo alto para darte discernimiento para vivir esta nueva etapa apartada del enemigo con quien has estado durmiendo.

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