Solicitar una cita online

Click here to book the appointment using setmore

Elegir sobrevivir

PREGUNTA
“Me da gusto poder saludarle y poder plantearle mi duda. Soy cristiana desde la edad de 9 años pero me case hace 29 con un no cristiano. Ha sido un hombre responsable pero he sufrido de violencia doméstica en muchas ocasiones. Además, él me ha sido infiel muchas veces. Tomé la decisión de divorciarme y ya lo hicimos, sin embargo aún vivimos en la misma casa. Yo sé que en parte tengo culpa de sus infidelidades por negármele, pero no podía estar con él, sabiendo que me había golpeado más de una vez. Él es muy violento, y hasta me ha amenazado con matarme. Él ya me compró una casa donde me voy a ir, pero me está siendo muy difícil la partida. ¿Cree usted que ante Dios este mal por la decisión que tomé? Por favor necesito me oriente”.



RESPUESTA

Apreciada amiga:

Siento en el alma que hayas tenido que soportar 29 años de violencia y una situación de precariedad tan grave en tu matrimonio. Deberías haber tomado la decisión hace mucho tiempo, porque postergar decisiones en este sentido, es simplemente, perpetuar el dolor y hacer más difícil la partida, como tú misma lo estableces.

El divorcio

Vamos por parte, pero digámoslo en forma clara. La Biblia no prohíbe el divorcio, decir eso, es desconocer todas las veces que la Escritura señala el divorcio como una forma de solucionar problemas mayores. Ha sido una teología distorsionada, al servicio de ideas erróneas, la que ha transmitido la idea de que el divorcio no es posible, al contrario, cuando es insostenible, el divorcio es la única salida posible, especialmente cuando se trata de preservar la vida y la calidad de la misma, como en tu caso.

Por ejemplo, en Mateo 19:3-9 se presenta el caso cuando Jesús fue confrontado con una discusión que tenía dos conceptos contrapuestos que correspondían a dos escuelas de pensamiento rabínico. La corriente de Hillel que sostenía que el varón podía divorciarse de la mujer por cualquier causa, y la escuela de Shamai que afirmaba que el divorcio sólo estaba permitido en casos de infidelidad. En la respuesta que Dios Jesús optó por esta última opción.

En 1 Corintios 7:12-15 el apóstol Pablo habla sobre la opción de que una persona cristiana se mantenga unida en matrimonio con un no cristiano, pero, que si eso no es posible que se separe. En su consejo no prima un mandato absoluto, sino un consejo pragmático en un contexto no ideal.

Tanto en Jesús como en Pablo lo que hay es una posición que privilegia la mejor opción, en una situación no ideal.

Quienes dicen que la Biblia no apoya el divorcio, simplemente desconocen estos versículos y actúan de una manera equivocada, introduciendo de paso, una noción extrabíblica.

Quienes sostienen la indisolubilidad del matrimonio lo hacen sobre la base de Malaquías 2:14-16, y dicen que Dios “odia” el pecado, claro, no hay duda. La expresión “odia” es muy fuerte en este texto, el original usa la palabra “detesto” o “aborrezco” para señalar la oposición de Dios. En este texto es necesario señalar:
  1. Dios considera que el divorcio, en términos ideales, no es bueno. Sin embargo, el mismo Jesús y Pablo, lo avalan como una forma de evitar males mayores. Por lo tanto, lo que hay que hacer es conciliar ambos conceptos. En el ideal de Dios, no es algo bueno. En la realidad, es una salida, ante situaciones insostenibles. 
  2. Llama la atención que los que citan Malaquías, no mencionen el contexto y lo que ocurre. El contexto menciona la “violencia” de los varones hacia las mujeres y la forma “traicionera” en que actúan. Eso debe entenderse en relación a la práctica de “divorciar” a la mujer, por las razones más ridículas, derecho que las mujeres no tenían. Así que el divorcio que Dios está rechazando en este versículo, tiene que ver con el capricho de varones que pervirtieron el sentido del matrimonio y fueron desleales a sus esposas.
  3. En el versículo 16, luego de hablar del rechazo de Dios hacia el divorcio (en estas circunstancias), señala con toda claridad, que Dios no acepta la violencia y el encubrir mediante “divorcios” impropios, una actitud totalmente ajena a la voluntad de Dios.
Por otro lado, los defensores de la “indisolubilidad” del matrimonio lo hacen a partir de un dogma que se introdujo en el cristianismo en el medievo, es decir, del carácter “sacramental” del matrimonio. Se usan frases como “el matrimonio es sagrado”, “cuando se casan lo hacen para salvación”, etc. ideas que no sólo no son bíblicas, sino que introducen un sesgo en la relación marital. El matrimonio no es sagrado, la unión matrimonial no tiene ese carácter. Es una relación bendita, que cuenta con la bendición de Dios, pero la idea de la sacralidad induce a error. No existe un solo versículo en la Biblia que le otorgue un carácter sacro al matrimonio. Esa idea se introdujo en la Edad Media cuando se le dio al matrimonio un carácter sacramental. El concepto bíblico es que el matrimonio es un “pacto” bendecido por Dios (Mal. 2:14), pero que está sujeto a que cada parte de los integrantes de la pareja cumpla con su parte del pacto. Eso nos lleva a la segunda parte.

Violencia y matrimonio

Cuando una persona violenta a su cónyuge, de la forma en que sea, está con ese acto rompiendo el pacto matrimonial. Desde el momento en que humilla, lastima, agrede, ofende, golpea, desacredita, desmerece, o realiza cualquier acto de violencia contra su cónyuge, el pacto matrimonial está roto.

Lamentablemente en el contexto religioso muchas personas suponen que sólo cuando una persona es infiel, el pacto se rompe. Sin embargo, la violencia atenta contra el corazón mismo de la relación.

No se puede mantener una relación si el pacto está roto. El pacto se puede renovar y reconstituir, no obstante, eso lleva tiempo, y es preciso que quien haya roto el pacto lo renueve y de muestras honestas de arrepentimiento que lleven a una restauración del mismo. No es con palabras solamente como se restaura el pacto, sino con acciones concretas. Seguir en una relación violenta cuando se ha roto el pacto es arriesgar mucho más que un matrimonio, es poner en riesgo vital la vida, la estabilidad emocional, el equilibrio de los hijos y el futuro de toda una generación.

Sentimientos de culpa

Por último, y es lo más complejo a veces. La mayoría de las personas se casa para toda la vida, pensando que su relación durará de manera permanente, sin embargo, hay situaciones que ocurren, que no dependen de nosotros. En tu caso, no eres la culpable de la violencia de tu ex–esposo. Hacerte cargo de lo que es responsabilidad de él, no corresponde.

Es típico que los maltratadores y agresores domésticos manipulen a sus víctimas para de alguna manera culpabilizarlas por sus acciones. Pero esa es simplemente una manera macabra de destrucción de la persona. No eres culpable de la violencia, de lo único que puedes ser responsable es de no haber dicho antes ¡basta!, pero nada más.

Tampoco deberías sentir culpa por las decisiones de él, porque la vida sexual se vincula con la intimidad y la confianza, y él falló en crear las condiciones para que eso ocurriera. Tener relaciones sexuales con el agresor, es en muchos casos, otra forma de agresión, sutilmente destructiva.

Toma en serio las amenazas

Puede parecer exagerado lo que te voy a decir, pero si él te ha amenazado de muerte tómalo en serio. Las estadísticas muestran que las víctimas de violencia doméstica corren más riesgo cuando abandonan al agresor.

La violencia doméstica es una cuestión de poder, cuando un agresor se da cuenta que ha perdido poder, en ese momento, muchos se desesperan y cometen excesos que los lleva a realizar acciones muchos más agresivas que pueden significar la invalidación o la muerte de alguien.

Por esa razón, pide ayuda a alguna organización de ayuda a víctimas de violencia o alguien que esté en el tema, pero cerca de tu casa. Siempre hay grupos que colaboran en estos casos. Mantente atenta, no puedes bajar los brazos, en el caso de violencia doméstica, no se deben minimizar las amenazas. Lamentablemente muchos agresores llevan a la práctica lo que amenazan.

¿Qué hacer?

Las alternativas son:
  1. Quedarte, pero el riesgo que corres es suficientemente grande como para tener daño permanente no sólo en tu cuerpo sino también en tu salud emocional. En algunos casos, la dependencia que se produce de la agresión hará que tengas que estar décadas en terapia para salir de ese círculo vicioso, pero la decisión es tuya.
  2. Alejarte, pero no cortar el vínculo. Lo que de algún modo te expone a seguir viviendo bajo la sombra de su agresión.
  3. Cortar, definitivamente. Has hecho tu parte, pero no puedes hacer que él cambie si no quiere hacerlo. Ni aún Dios puede transformar a un individuo que elige no cambiar. Será difícil, pero a largo plazo, no hay como vivir una vida en paz donde no existan agresiones ni maltratos. Sólo alejándote podrás sanar.
Cualquiera opción que elijas es tu decisión, y las consecuencias también. Confío que elijas correctamente y optes por el camino de la sanidad.

Confío en que aceptes la voz de Dios para que tengas la sabiduría de tomar la mejor decisión.


________________________________

Tal como en las otras respuestas, publicamos la misma con autorización de la persona involucrada. Sin embargo, quienes nos preguntan a través de nuestro blog, asumen la autorización explícita para publicar la respuesta en el mismo sitio. 

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez 
No se permite la publicación de este material sin la previa autorización del autor.
Read More

Puedes hacer una pregunta

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *