PREGUNTA
¿Es correcta la celebración de los 15 años como ceremonia dentro de la iglesia?
RESPUESTA
Algunas de las respuestas que suelo dar no son “correctamente políticas”, y esta, no lo será. Pero no cree este blog para ganar simpatía, sino para contestar de manera honesta cuestiones que me parecen medulares en la vida cotidiana y desde una perspectiva cristiana.
Historia de una celebración pagana
La fiesta de quince años, se celebra, especialmente en el mundo latino, aunque otras culturas, sin saber su origen se han ido contagiando también con esta “celebración”. En Europa y otros lugares, la celebración tiene matices similares y un origen tan degradante como el de Latinoamérica.
El origen de esta celebración se remonta al pasado precolombino de Latinoamérica. Las niñas que cumplían 15 años se las consideraba que estaban en condiciones de iniciar la vida sexual, por esa razón, en diversas etnias y grupos indígenas, las niñas que cumplían esa edad en una ceremonia especial, eran entregadas al cacique o jefe de la tribu quienes las iniciaba sexualmente, en una violación consentida por los propios padres. La tradición indicaba que el único que podía desvirgar a una niña era el jefe de la tribu. A partir de ese momento, traumático y degradante, se consideraba que las niñas estaban en edad adulta y podían ser entregadas a un hombre para que las convirtiera en su esposa o concubina.
Hay antecedentes arqueológicos que muestran que esta práctica también era común en las culturas cananeas, donde la niña que cumplía 15 años era llevada al templo del dios pagano, generalmente de Baal, y allí era iniciada sexualmente por el sacerdote de turno. Aún más, en este rito degradante de violación consentida, si la niña quedaba embarazada se consideraba que era un privilegio porque “dios” mismo la había embarazado. Por lo tanto, es una práctica con antecedentes muy antiguos.
Desde su origen, por lo tanto, la celebración marca el paso de la niñez a la adultez, pero con un sentido sexista, machista y androcéntrico, donde la mujer es tratada exclusivamente como un objeto sexual, sin derecho a opinión.
Con la llegada de los hispanos que conquistaron América latina, dicha práctica comenzó a perder su vigencia, aunque en muchos lugares, donde los hacendados tenían poder de vida o muerte sobre los indígenas y los campesinos explotados, durante algunos siglos, la explotación sexual continuó con matices diferentes.
Poco a poco, con la introducción de leyes que ponían freno a la esclavitud sexual, dicha práctica perdió vigencia, y se quedó sólo con la celebración que marcaba el inicio de la edad adulta.
Matices sexistas
El problema con esta celebración, es que sólo se realiza con mujeres, lo que de algún modo señala su distorsión sexista.
Cuando se le quitó ese carácter sexual que tenía la iniciación de los quince años, con los siglos se le fue dando otro sentido, similar al que existía en Europa, donde la fiesta de quince años se consideraba un momento de iniciación social. La inspiración fue los bailes de las debutantes en sociedad, donde oficialmente desde ese momento se las consideraba “mujeres”, y podían ser elegidas como esposas o compañeras sexuales. No se esperaba que las mujeres estudiaran o tuvieran un oficio, así que muy jóvenes eran presentadas, así como en un escaparate, para que los varones, generalmente hombres que las doblaban en edad, las eligieran como esposas o concubinas.
Los cuentos de hadas y las historias fantasiosas nacidas de la imaginería medieval y renacentista, sólo reforzaron ese papel de “mujer objeto” y “mujeres en condiciones de…”. En los cuentos las mujeres pasivamente deben esperar a su príncipe azul que las salva de brujas y monstruos, y cuando son rescatadas viven “felices para siempre”.
Nadie habla de las dotes que pagaban los padres para que se “llevaran” a su hija, y fuera menos gravoso mantenerlas (se daban riquezas, fortunas o herencias, los más pobres, mucho más de lo que podían).
Luego, con el advenimiento del poderío del catolicismo a la ceremonia se le dio un manto de “legalidad” pidiendo la bendición divina, y celebrando la iniciación con una misa especial, que se hacía antes de la fiesta de celebración. En la mentalidad popular, de esta manera, se le daba un manto “bendito” a algo que tenía un origen “no santo”.
En la actualidad, la celebración alcanza ribetes escandalosos. Los padres gastan fortunas en sus hijas para presentarlas en sociedad y sin darse cuenta, envían un mensaje errático a sus hijas, que desde ese momento son consideradas “sexualmente disponibles”.
La dignidad de ser mujer
Una fiesta de quince años, donde las agasajadas son exclusivamente mujeres, envía un mensaje profundamente perturbador para el ser mujer.
Para empezar, el sólo ser para mujeres, señala ya un elemento distorsionador que altera el diseño de Dios, donde varón y mujer reciben las mismas bendiciones de Dios en igualdad, nunca en jerarquía.
En cierto modo, la fiesta señala la diferencia de cómo son tratadas las mujeres y los varones. En esencia, indica que la mujer es un objeto sexual que debe ser tratada como una presea que está a disposición de quien quiera tomarla a partir de ese momento. No se dan cuenta, que a los quince años, sólo son niñas jugando a ser adultas, pero nada más que infantes en cuerpo de personas mayores.
Por otro lado la ropa que se elige (generalmente color blanco), no hace más que reforzar valores sexistas, porque se le exige a la mujer pureza y castidad, lo que no es ecuánime con lo que se le pide al varón. Se hace énfasis en la mujer como alguien que debe ser “guiada” (de allí que en los bailes debe haber un Chamberlain varón que las guíe), para ser entregada a un varón, que continuará su “educación”. Todos símbolos que no hacen más que denigrar a la mujer.
En las ceremonias religiosas y en las homilías que se pronuncian en estas ocasiones se las invita a reflexionar en su sexualidad, en la pureza y la castidad, y en la necesidad de refrenar sus impulsos para poder llegar “virgen” al matrimonio. Cosa que es totalmente opuesta en los ritos de iniciación que se realiza con los varones, donde habitualmente se los incita a todo lo contrario. Aún me causa impacto lo que viví en un país X, donde los jóvenes son llevados por un líder de la iglesia para que sean iniciados sexualmente por una mujer que en el pueblo está para realizar dicha función. Cuando alegué de lo inmoral y degradante de dicha práctica, me quedaron mirando como si fuera extraterrestre.
Dios y las tradiciones
Lamentablemente hacemos de la tradición una norma. No hay evidencias de que los israelitas practicaran fiestas de iniciación, difícilmente lo harían considerando la connotación que tales fiestas de iniciación tenían entre los pueblos cananeos.
Al contrario, se esperaba que todo niño o niña a los 12 años de edad fuera por primera vez al templo, y desde ese momento se le pidieran responsabilidades mayores. Es decir, su inicio como persona con más responsabilidad no estaba marcado por ninguna acción sexista. La ceremonia, que incluía el recibir por primera vez su nombre, era un acto religioso, y no tenía nada que ver con fiestas, gastos, suntuosidad, y menos con ritos cargados de connotaciones sexuales.
En Israel se celebraba el matrimonio de una manera digna, como una ceremonia que celebraban los padres, y nunca con connotaciones de sexismo como se observa en las fiestas de quince años.
Mi oposición
Por mi parte, rechazo completamente esta fiesta por las siguientes razones:
Conclusión
No es fácil nadar contra la corriente, pero siempre es mejor ser leal a la conciencia y las convicciones. Cuando nuestra hija llegó a esa edad no hicimos fiesta de quince años. Si le celebramos su cumpleaños, tal como lo hicimos con su hermano a su edad. Tuvo más importancia para nosotros como familia, cuando nuestra hija tuvo su primera menstruación, allí hicimos una fiesta privada con sus amigas, luego la llevamos a un restaurante en un agasajo privado con sus padres, le hicimos un obsequio inolvidable y le hablamos del inmenso privilegio que recibía de poder tener la posibilidad de algún día convertirse en madre. Fue íntimo, privado y lleno de mensajes positivos para su ser mujer. Nuestra hija se sintió validada como mujer, respetada como persona y en ningún caso tratada como objeto sexual.
Espero que algún día los padres se dejen llevar por el sentido común, por principios de respeto a la condición humana y dejen a un lado tradiciones que de santa no tienen nada.
¿Es correcta la celebración de los 15 años como ceremonia dentro de la iglesia?
RESPUESTA
Algunas de las respuestas que suelo dar no son “correctamente políticas”, y esta, no lo será. Pero no cree este blog para ganar simpatía, sino para contestar de manera honesta cuestiones que me parecen medulares en la vida cotidiana y desde una perspectiva cristiana.
Historia de una celebración pagana
La fiesta de quince años, se celebra, especialmente en el mundo latino, aunque otras culturas, sin saber su origen se han ido contagiando también con esta “celebración”. En Europa y otros lugares, la celebración tiene matices similares y un origen tan degradante como el de Latinoamérica.
El origen de esta celebración se remonta al pasado precolombino de Latinoamérica. Las niñas que cumplían 15 años se las consideraba que estaban en condiciones de iniciar la vida sexual, por esa razón, en diversas etnias y grupos indígenas, las niñas que cumplían esa edad en una ceremonia especial, eran entregadas al cacique o jefe de la tribu quienes las iniciaba sexualmente, en una violación consentida por los propios padres. La tradición indicaba que el único que podía desvirgar a una niña era el jefe de la tribu. A partir de ese momento, traumático y degradante, se consideraba que las niñas estaban en edad adulta y podían ser entregadas a un hombre para que las convirtiera en su esposa o concubina.
Hay antecedentes arqueológicos que muestran que esta práctica también era común en las culturas cananeas, donde la niña que cumplía 15 años era llevada al templo del dios pagano, generalmente de Baal, y allí era iniciada sexualmente por el sacerdote de turno. Aún más, en este rito degradante de violación consentida, si la niña quedaba embarazada se consideraba que era un privilegio porque “dios” mismo la había embarazado. Por lo tanto, es una práctica con antecedentes muy antiguos.
Desde su origen, por lo tanto, la celebración marca el paso de la niñez a la adultez, pero con un sentido sexista, machista y androcéntrico, donde la mujer es tratada exclusivamente como un objeto sexual, sin derecho a opinión.
Con la llegada de los hispanos que conquistaron América latina, dicha práctica comenzó a perder su vigencia, aunque en muchos lugares, donde los hacendados tenían poder de vida o muerte sobre los indígenas y los campesinos explotados, durante algunos siglos, la explotación sexual continuó con matices diferentes.
Poco a poco, con la introducción de leyes que ponían freno a la esclavitud sexual, dicha práctica perdió vigencia, y se quedó sólo con la celebración que marcaba el inicio de la edad adulta.
Matices sexistas
El problema con esta celebración, es que sólo se realiza con mujeres, lo que de algún modo señala su distorsión sexista.
Cuando se le quitó ese carácter sexual que tenía la iniciación de los quince años, con los siglos se le fue dando otro sentido, similar al que existía en Europa, donde la fiesta de quince años se consideraba un momento de iniciación social. La inspiración fue los bailes de las debutantes en sociedad, donde oficialmente desde ese momento se las consideraba “mujeres”, y podían ser elegidas como esposas o compañeras sexuales. No se esperaba que las mujeres estudiaran o tuvieran un oficio, así que muy jóvenes eran presentadas, así como en un escaparate, para que los varones, generalmente hombres que las doblaban en edad, las eligieran como esposas o concubinas.
Los cuentos de hadas y las historias fantasiosas nacidas de la imaginería medieval y renacentista, sólo reforzaron ese papel de “mujer objeto” y “mujeres en condiciones de…”. En los cuentos las mujeres pasivamente deben esperar a su príncipe azul que las salva de brujas y monstruos, y cuando son rescatadas viven “felices para siempre”.
Nadie habla de las dotes que pagaban los padres para que se “llevaran” a su hija, y fuera menos gravoso mantenerlas (se daban riquezas, fortunas o herencias, los más pobres, mucho más de lo que podían).
Luego, con el advenimiento del poderío del catolicismo a la ceremonia se le dio un manto de “legalidad” pidiendo la bendición divina, y celebrando la iniciación con una misa especial, que se hacía antes de la fiesta de celebración. En la mentalidad popular, de esta manera, se le daba un manto “bendito” a algo que tenía un origen “no santo”.
En la actualidad, la celebración alcanza ribetes escandalosos. Los padres gastan fortunas en sus hijas para presentarlas en sociedad y sin darse cuenta, envían un mensaje errático a sus hijas, que desde ese momento son consideradas “sexualmente disponibles”.
La dignidad de ser mujer
Una fiesta de quince años, donde las agasajadas son exclusivamente mujeres, envía un mensaje profundamente perturbador para el ser mujer.
Para empezar, el sólo ser para mujeres, señala ya un elemento distorsionador que altera el diseño de Dios, donde varón y mujer reciben las mismas bendiciones de Dios en igualdad, nunca en jerarquía.
En cierto modo, la fiesta señala la diferencia de cómo son tratadas las mujeres y los varones. En esencia, indica que la mujer es un objeto sexual que debe ser tratada como una presea que está a disposición de quien quiera tomarla a partir de ese momento. No se dan cuenta, que a los quince años, sólo son niñas jugando a ser adultas, pero nada más que infantes en cuerpo de personas mayores.
Por otro lado la ropa que se elige (generalmente color blanco), no hace más que reforzar valores sexistas, porque se le exige a la mujer pureza y castidad, lo que no es ecuánime con lo que se le pide al varón. Se hace énfasis en la mujer como alguien que debe ser “guiada” (de allí que en los bailes debe haber un Chamberlain varón que las guíe), para ser entregada a un varón, que continuará su “educación”. Todos símbolos que no hacen más que denigrar a la mujer.
En las ceremonias religiosas y en las homilías que se pronuncian en estas ocasiones se las invita a reflexionar en su sexualidad, en la pureza y la castidad, y en la necesidad de refrenar sus impulsos para poder llegar “virgen” al matrimonio. Cosa que es totalmente opuesta en los ritos de iniciación que se realiza con los varones, donde habitualmente se los incita a todo lo contrario. Aún me causa impacto lo que viví en un país X, donde los jóvenes son llevados por un líder de la iglesia para que sean iniciados sexualmente por una mujer que en el pueblo está para realizar dicha función. Cuando alegué de lo inmoral y degradante de dicha práctica, me quedaron mirando como si fuera extraterrestre.
Dios y las tradiciones
Lamentablemente hacemos de la tradición una norma. No hay evidencias de que los israelitas practicaran fiestas de iniciación, difícilmente lo harían considerando la connotación que tales fiestas de iniciación tenían entre los pueblos cananeos.
Al contrario, se esperaba que todo niño o niña a los 12 años de edad fuera por primera vez al templo, y desde ese momento se le pidieran responsabilidades mayores. Es decir, su inicio como persona con más responsabilidad no estaba marcado por ninguna acción sexista. La ceremonia, que incluía el recibir por primera vez su nombre, era un acto religioso, y no tenía nada que ver con fiestas, gastos, suntuosidad, y menos con ritos cargados de connotaciones sexuales.
En Israel se celebraba el matrimonio de una manera digna, como una ceremonia que celebraban los padres, y nunca con connotaciones de sexismo como se observa en las fiestas de quince años.
Mi oposición
Por mi parte, rechazo completamente esta fiesta por las siguientes razones:
- Tiene un origen que derechamente denigra a la mujer.
- Se le envía un mensaje confuso a las niñas que de pronto se ven expuestas a presiones sexuales precisamente porque sus mismos padres la han puesto en esta situación.
- Es una fiesta sexista, de tintes machistas y que no hace bien para la ponderación del ser humano como varón y mujer en igualdad de condiciones.
- Pedir una bendición en la iglesia para esta fiesta, o con la presencia de un religioso, no hace más que darle un tinte de legalidad bendita a algo que tiene un origen oscuro y un presente distorsionador.
- Si queremos enviar un mensaje de equilibrio, la fiesta de quince años hace todo lo contrario. Eterniza el que la mujer sea tratada como objeto sexual y que esté a disposición de un varón, lo que va contra el diseño de Dios.
- En los contextos actuales, la gente se endeuda, paga enormidades de dinero, para una fiesta que no tiene sentido, y está cargada de simbolismos degradantes, que creo no corresponden a la filosofía bíblica ni cristiana.
Conclusión
No es fácil nadar contra la corriente, pero siempre es mejor ser leal a la conciencia y las convicciones. Cuando nuestra hija llegó a esa edad no hicimos fiesta de quince años. Si le celebramos su cumpleaños, tal como lo hicimos con su hermano a su edad. Tuvo más importancia para nosotros como familia, cuando nuestra hija tuvo su primera menstruación, allí hicimos una fiesta privada con sus amigas, luego la llevamos a un restaurante en un agasajo privado con sus padres, le hicimos un obsequio inolvidable y le hablamos del inmenso privilegio que recibía de poder tener la posibilidad de algún día convertirse en madre. Fue íntimo, privado y lleno de mensajes positivos para su ser mujer. Nuestra hija se sintió validada como mujer, respetada como persona y en ningún caso tratada como objeto sexual.
Espero que algún día los padres se dejen llevar por el sentido común, por principios de respeto a la condición humana y dejen a un lado tradiciones que de santa no tienen nada.
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