PREGUNTA
“Hace quince años que asisto a la iglesia. Soy feliz en la congregación donde estoy, sin embargo, en todo este tiempo mi esposo no me acompaña, él es una buena persona, aunque no es creyente, nunca se ha opuesto a que sea cristiana, tampoco a que mis hijos me acompañen. A él le gusta salir con sus amigos, pero siempre es muy correcto. El problema que tengo no es ese, sino lo que estoy sintiendo en este momento. Una gran angustia y un profundo sentimiento de culpa. Llegó al distrito un nuevo pastor y como supongo que hace con todos, me visitó. Yo estuve muy contenta con recibirlo en mi casa, pero luego me preguntó por mi esposo y le conté lo mismo que le he contado. Él se quedó en silencio y me dijo:
—¿Está usted segura que es una buena cristiana y ha hecho todo lo posible para que su esposo sea salvo?
Me quedé muda, y tengo rabia por eso, porque no supe qué decir, y antes que reaccionara él agregó:
—Es sospechoso que alguien que no es cristiano y que vive tantos años con una cristiana no se convierta.
Movió la cabeza en señal de reprobación y me hizo un llamado a orar más, a ser una buena esposa cristiana y a dar el ejemplo. En ese momento no pude más y me puse a llorar, de impotencia y de enojo por no saber qué contestar, y el creyendo que lloraba por arrepentimiento me dijo, como un palo final:
—Eso es bueno hermana, que reconozca su pecado, así tendrá esperanzas de que Dios pueda hacer algo por su esposo.
Luego de orar se fue, dejándome con esta angustia.
Esto sucedió hace más de un mes y estoy muy triste. Siento tanta culpa y no sé qué hacer. Siento que me dieron con un caño por la cabeza. Oro y no siento paz tampoco, me siento incluso acusada y condenada por Dios. Ya no tengo ganas de ir a la iglesia, tengo miedo de encontrarme con el pastor y su mirada de reprobación porque no me acompaña mi esposo. ¿Qué puedo hacer para quitarme esta culpa y lograr que mi esposo finalmente sea miembro de la iglesia? Esto me está matando”.
RESPUESTA
Apreciada amiga:
Siento mucho lo que estás viviendo. Cada vez que leo cartas como la tuya siento una tremenda tristeza de saber cuán lejos estamos de la gracia y cuan cerca del legalismo.
Una fe tóxica
La fe tóxica (como la califica Bernando Stamateas en su libro Intoxicados por la fe) entre otras cosas llena de culpas a otras personas. Constantemente está acusando, señalando errores, mirando la paja en el ojo ajeno, destruyendo.
La fe sana, libera, da fuerzas, otorga esperanzas, logra que las personas entiendan que siempre hay solución cuando nosotros no vemos ninguna.
Me indigna que alguien que por primera vez la visita y que no conoce a su esposo, y además, no tiene idea de la dinámica familiar que usted vive la juzgue y la condene de esa forma.
Jesús dice claramente: “No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes” (Mateo 7:1).
El apóstol Pablo lo dice de manera similar: “Por tanto, no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que practicas las mismas cosas” (Romanos 2:1).
Santiago, haciéndose eco de las palabras de Cristo señala: “No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?” (Santiago 4:12).
Cuando se juzga a otros, de manera implacable, como lo ha hecho este pseudo pastor se confunde el verdadero sentido de la gracia y la función de la iglesia.
Suelo contar una anécdota que alguna vez le escuché a un querido pastor. Él recibió de regalo de su hermano rico la posibilidad de visitar las tierras bíblicas. Cuando llegó a Israel, el pastor buscó a un guía personal para hacer un tour no tradicional e ir a lugares específicos que él quería conocer.
Iban en un vehículo recorriendo la campiña cuando de pronto él vio a un hombre que guiaba un hato de ovejas. Sin embargo, las estaba golpeando con saña y de tal forma que el pastor pidió que pararan el vehículo y le solicitó a su intérprete que le hablara al hombre.
—¡Oiga usted!, me está alterando todo lo que sabía sobre los pastores, lo que escuché toda mi vida, así no se trata a las ovejas, un pastor no las maltrata ni las golpea.
medida que el traductor hablaba el hombre comenzaba a sonreír y le dijo al fin:
—Yo no soy el pastor, yo soy el carnicero, llevo a estos animales al matadero.
Algunos que se hacen llamar pastores, son simplemente carniceros. No están preocupados por sus ovejas, las llevan directamente a la muerte, y creen que esa es su función.
El consejo paulino
Pablo, que entendía muy bien su situación señala:
¿Cuáles son los presupuestos que hay tras el consejo de Pablo?
1. El evangelio no es por obligación ni imposición. Por eso habla de “consentir” en vivir con un creyente, que es exactamente lo que está haciendo su esposo. Ha aceptado vivir con usted sabiendo que es cristiana. En ese caso, él la está respetando en su fe y eso es encomiable y una evidencia que su vida está siendo bendecida por su vida.
2. La unión entre un creyente y un no creyente no es el ideal, pero si se produce como en su caso, el consejo bíblico es mantener la relación hasta donde sea posible, puesto que usted puede santificar dicha unión por su vida y los principios que sustenta.
3. Incluso, si su esposo algún día decidiera no seguir con usted por causa de la fe, cosa que no es el caso, el principio bíblico es señalar que no hay que hacer problemas, porque estamos llamados a vivir en paz.
4. El apóstol no pone plazos, ni establece como norma que la esposa debe convertir a su esposo, simplemente lo deja establecido como una posibilidad, que ciertamente, incluye el respeto a la conciencia personal.
Libertad de conciencia
Nadie tiene derecho a presionar a nadie para que se convierta a Jesucristo. Quienes creen que la misión de los cristianos es ir por allí manipulando, haciendo llamados lastimeros que apelan a la emoción y no la razón, dejando a los no creyentes en una posición de sentirse contra la espada y la pared, no entienden el evangelio, menos la gracia y la actuación de Jesucristo.
Jesús nunca fue duro con los no creyentes, al contrario, sus palabras más cortantes y frías fueron para los creyentes (fariseos, sacerdotes y escribas) que habían perdido el rumbo de la religión correcta.
Nunca Jesús exhortó a las personas con manipulación de ningún tipo. Entendió que la conciencia personal es un ámbito en el que ni Dios obra. Es absolutamente personal.
Usted no es conciencia de su esposo, es su compañera. Su vida puede hacer que él se convierta a Jesucristo, pero no hay garantías. Puede ser que nunca acepte al Señor o que en el lecho de muerte decida creer. ¿Quién sabe? Mientras él consienta vivir con usted, su tarea es ser una buena creyente y ser leal a los principios que estableció Dios, pero, sin entrar en reyertas, peleas, discusiones o actitudes similares, porque de esa forma no se gana a nadie para Jesucristo.
La culpa
El sentimiento de culpa es tóxico. El carnicero que sembró en usted ese sentimiento está muy lejos de entender la gracia y la religión de Cristo.
Jesús viene a liberarnos, nunca a acusarnos. Él fue quien dijo: “Ustedes juzgan según criterios humanos; yo, en cambio, no juzgo a nadie” (Juan 8:15). Si Cristo no se atrevió a juzgar, ¿quiénes somos nosotros para hacerlo?
Albergar culpa porque su esposo no se ha convertido es lo mismo que llorar porque hoy día está lloviendo, es absurdo. Hay cosas que usted no puede cambiar, por más que lo intente. No puede cambiar a su esposo, a menos que él quiera. No puede llevarlo a la iglesia, a menos que él lo desee.
Tener sentimientos de culpa porque alguien no se convierte por mi influencia es no entender cómo funciona la mente humana. Dios no obliga a nadie a creer. Nadie llega a creer porque ha sido forzado. Por lo tanto, ese sentimiento que le ha sido sembrado es inútil.
Siga siendo una buena cristiana, una mujer de fe, pero alegre, positiva, con una actitud hacia los principios del Señor no farisea. No acuse a su esposo, viva con él. Su esposo está mucho más cerca de la gracia que algunos otros que conozco, no se hace problemas para que usted sea cristiana ni siquiera pone trabas para que sus hijos la acompañen en el camino de la fe, ¿por qué sentir culpa? No tiene sentido.
Llevar a no cristianos a Jesús
El método para llevar a personas al evangelio es la metodología de Jesús, toda otra metodología carece de sentido:
1. Jesús se mezclaba con las personas que necesitaban escuchar. En otras palabras, no les decía a las prostitutas, los publicanos y a los pecadores: “Vengan a escucharme”, él iba hasta donde ellos estaban, pero no para acusarlos, condenarlos o apuntarlos.
2. Luego, simpatizaba con ellos. En otras palabras, se acercaba a sus corazones. Iba para estar con ellos y escuchar sus dolores, angustias y conflictos. Siempre tenía una palabra de ánimo y esperanza.
3. Como estaba cerca de ellos los conocía, por lo tanto, podía ayudarles en sus necesidades, como nadie lo haría, porque sabía quiénes eran.
4. Eso implicaba que se ganaba su confianza. Los dolientes de su tiempo se acercaban a él porque llegaban a entender que él tendría alguna respuesta a sus aflicciones.
5. Sólo cuando había dado todos estos pasos los invitaba a seguirle.
Lo mismo puede hacer con su esposo.
1. Acérquese, escúchelo, no lo juzgue, no lo condene. Él la necesita porque usted es la única vía para la luz que él tiene.
2. Mientras esté usted allí para dar ánimo, esperanza y poner una nota de positividad en todo lo que él vive, él poco a poco entenderá que usted es un aporte positivo para su vida.
3. Esté a su lado para ayudarlo a enfrentar el día a día con un espíritu diferente, con una actitud positiva.
4. Mientras no juzgue ni se convierta en una piedra en el zapato, su esposo confiará en usted como una persona que tiene palabras sabias para él.
5. Si en algún momento se dan las condiciones, sin prepotencia, ni orgullo ni nada que suene a recriminación, puede decirle que la vida plena está a los pies de Jesucristo. Ore a Dios para que le da sabiduría para encontrar el momento adecuado.
Conclusión
Levante la frente. No deje de ir a la iglesia, eso será un mérito para el carnicero que la visitó en casa, no le siga el juego. Si él, con la prepotencia que ha demostrado la quiere juzgar nuevamente, no se lo permita, y simplemente limítese a decir:
—Jesús conoce, él sabe lo que vivo.
No diga más. Discutir con personas que han cerrado su mente a la gracia no sirve. Ni Jesús pudo con los fariseos de su tiempo así que no pierda el tiempo. Eso no significa despreciarlo, tenga compasión por ese hombre que se hace llamar pastor, simplemente él está viviendo en el desierto de la condenación y el legalismo, y no ha entrado aún a comer de los pastos verdes de la gracia. Si puede en algún momento dígale:
—Estoy orando por usted, para que el Señor cambie su manera de ver las cosas.
Y usted mi hermana, refúgiese en la gracia del Señor, en ese maravilloso Señor que nunca nos condena, sino que siempre está dispuesto a estar con nosotros, aún en los momentos de aflicción y error.
“Hace quince años que asisto a la iglesia. Soy feliz en la congregación donde estoy, sin embargo, en todo este tiempo mi esposo no me acompaña, él es una buena persona, aunque no es creyente, nunca se ha opuesto a que sea cristiana, tampoco a que mis hijos me acompañen. A él le gusta salir con sus amigos, pero siempre es muy correcto. El problema que tengo no es ese, sino lo que estoy sintiendo en este momento. Una gran angustia y un profundo sentimiento de culpa. Llegó al distrito un nuevo pastor y como supongo que hace con todos, me visitó. Yo estuve muy contenta con recibirlo en mi casa, pero luego me preguntó por mi esposo y le conté lo mismo que le he contado. Él se quedó en silencio y me dijo:
—¿Está usted segura que es una buena cristiana y ha hecho todo lo posible para que su esposo sea salvo?
Me quedé muda, y tengo rabia por eso, porque no supe qué decir, y antes que reaccionara él agregó:
—Es sospechoso que alguien que no es cristiano y que vive tantos años con una cristiana no se convierta.
Movió la cabeza en señal de reprobación y me hizo un llamado a orar más, a ser una buena esposa cristiana y a dar el ejemplo. En ese momento no pude más y me puse a llorar, de impotencia y de enojo por no saber qué contestar, y el creyendo que lloraba por arrepentimiento me dijo, como un palo final:
—Eso es bueno hermana, que reconozca su pecado, así tendrá esperanzas de que Dios pueda hacer algo por su esposo.
Luego de orar se fue, dejándome con esta angustia.
Esto sucedió hace más de un mes y estoy muy triste. Siento tanta culpa y no sé qué hacer. Siento que me dieron con un caño por la cabeza. Oro y no siento paz tampoco, me siento incluso acusada y condenada por Dios. Ya no tengo ganas de ir a la iglesia, tengo miedo de encontrarme con el pastor y su mirada de reprobación porque no me acompaña mi esposo. ¿Qué puedo hacer para quitarme esta culpa y lograr que mi esposo finalmente sea miembro de la iglesia? Esto me está matando”.
RESPUESTA
Apreciada amiga:
Siento mucho lo que estás viviendo. Cada vez que leo cartas como la tuya siento una tremenda tristeza de saber cuán lejos estamos de la gracia y cuan cerca del legalismo.
Una fe tóxica
La fe tóxica (como la califica Bernando Stamateas en su libro Intoxicados por la fe) entre otras cosas llena de culpas a otras personas. Constantemente está acusando, señalando errores, mirando la paja en el ojo ajeno, destruyendo.
La fe sana, libera, da fuerzas, otorga esperanzas, logra que las personas entiendan que siempre hay solución cuando nosotros no vemos ninguna.
Me indigna que alguien que por primera vez la visita y que no conoce a su esposo, y además, no tiene idea de la dinámica familiar que usted vive la juzgue y la condene de esa forma.
Jesús dice claramente: “No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes” (Mateo 7:1).
El apóstol Pablo lo dice de manera similar: “Por tanto, no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que practicas las mismas cosas” (Romanos 2:1).
Santiago, haciéndose eco de las palabras de Cristo señala: “No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?” (Santiago 4:12).
Cuando se juzga a otros, de manera implacable, como lo ha hecho este pseudo pastor se confunde el verdadero sentido de la gracia y la función de la iglesia.
Suelo contar una anécdota que alguna vez le escuché a un querido pastor. Él recibió de regalo de su hermano rico la posibilidad de visitar las tierras bíblicas. Cuando llegó a Israel, el pastor buscó a un guía personal para hacer un tour no tradicional e ir a lugares específicos que él quería conocer.
Iban en un vehículo recorriendo la campiña cuando de pronto él vio a un hombre que guiaba un hato de ovejas. Sin embargo, las estaba golpeando con saña y de tal forma que el pastor pidió que pararan el vehículo y le solicitó a su intérprete que le hablara al hombre.
—¡Oiga usted!, me está alterando todo lo que sabía sobre los pastores, lo que escuché toda mi vida, así no se trata a las ovejas, un pastor no las maltrata ni las golpea.
medida que el traductor hablaba el hombre comenzaba a sonreír y le dijo al fin:
—Yo no soy el pastor, yo soy el carnicero, llevo a estos animales al matadero.
Algunos que se hacen llamar pastores, son simplemente carniceros. No están preocupados por sus ovejas, las llevan directamente a la muerte, y creen que esa es su función.
El consejo paulino
Pablo, que entendía muy bien su situación señala:
“Si una mujer tiene un esposo que no es creyente, y él consiente en vivir con ella, que no se divorcie de él. Porque el esposo no creyente ha sido santificado por la unión con su esposa, y la esposa no creyente ha sido santificada por la unión con su esposo creyente. Si así no fuera, sus hijos serían impuros, mientras que, de hecho, son santos. Sin embargo, si el cónyuge no creyente decide separarse, no se lo impidan. En tales circunstancias, el cónyuge creyente queda sin obligación; Dios nos ha llamado a vivir en paz. ¿Cómo sabes tú, mujer, si acaso salvarás a tu esposo? ¿O cómo sabes tú, hombre, si acaso salvarás a tu esposa?” (1 Corintios 7:13-16).Pablo, que solía ser mucho más flexible que muchos de los fariseos que pueblan nuestras iglesias entendía perfectamente lo que significa estar unido en matrimonio a un no cristiano (incluso algunos comentaristas argumentan que en este caso Pablo está hablando de su propia experiencia, porque él, sin duda, tuvo que ser casado por ser miembro del Sanedrín, y una posibilidad es que habría sido abandonado una vez que se hizo cristiano).
¿Cuáles son los presupuestos que hay tras el consejo de Pablo?
1. El evangelio no es por obligación ni imposición. Por eso habla de “consentir” en vivir con un creyente, que es exactamente lo que está haciendo su esposo. Ha aceptado vivir con usted sabiendo que es cristiana. En ese caso, él la está respetando en su fe y eso es encomiable y una evidencia que su vida está siendo bendecida por su vida.
2. La unión entre un creyente y un no creyente no es el ideal, pero si se produce como en su caso, el consejo bíblico es mantener la relación hasta donde sea posible, puesto que usted puede santificar dicha unión por su vida y los principios que sustenta.
3. Incluso, si su esposo algún día decidiera no seguir con usted por causa de la fe, cosa que no es el caso, el principio bíblico es señalar que no hay que hacer problemas, porque estamos llamados a vivir en paz.
4. El apóstol no pone plazos, ni establece como norma que la esposa debe convertir a su esposo, simplemente lo deja establecido como una posibilidad, que ciertamente, incluye el respeto a la conciencia personal.
Libertad de conciencia
Nadie tiene derecho a presionar a nadie para que se convierta a Jesucristo. Quienes creen que la misión de los cristianos es ir por allí manipulando, haciendo llamados lastimeros que apelan a la emoción y no la razón, dejando a los no creyentes en una posición de sentirse contra la espada y la pared, no entienden el evangelio, menos la gracia y la actuación de Jesucristo.
Jesús nunca fue duro con los no creyentes, al contrario, sus palabras más cortantes y frías fueron para los creyentes (fariseos, sacerdotes y escribas) que habían perdido el rumbo de la religión correcta.
Nunca Jesús exhortó a las personas con manipulación de ningún tipo. Entendió que la conciencia personal es un ámbito en el que ni Dios obra. Es absolutamente personal.
Usted no es conciencia de su esposo, es su compañera. Su vida puede hacer que él se convierta a Jesucristo, pero no hay garantías. Puede ser que nunca acepte al Señor o que en el lecho de muerte decida creer. ¿Quién sabe? Mientras él consienta vivir con usted, su tarea es ser una buena creyente y ser leal a los principios que estableció Dios, pero, sin entrar en reyertas, peleas, discusiones o actitudes similares, porque de esa forma no se gana a nadie para Jesucristo.
La culpa
El sentimiento de culpa es tóxico. El carnicero que sembró en usted ese sentimiento está muy lejos de entender la gracia y la religión de Cristo.
Jesús viene a liberarnos, nunca a acusarnos. Él fue quien dijo: “Ustedes juzgan según criterios humanos; yo, en cambio, no juzgo a nadie” (Juan 8:15). Si Cristo no se atrevió a juzgar, ¿quiénes somos nosotros para hacerlo?
Albergar culpa porque su esposo no se ha convertido es lo mismo que llorar porque hoy día está lloviendo, es absurdo. Hay cosas que usted no puede cambiar, por más que lo intente. No puede cambiar a su esposo, a menos que él quiera. No puede llevarlo a la iglesia, a menos que él lo desee.
Tener sentimientos de culpa porque alguien no se convierte por mi influencia es no entender cómo funciona la mente humana. Dios no obliga a nadie a creer. Nadie llega a creer porque ha sido forzado. Por lo tanto, ese sentimiento que le ha sido sembrado es inútil.
Siga siendo una buena cristiana, una mujer de fe, pero alegre, positiva, con una actitud hacia los principios del Señor no farisea. No acuse a su esposo, viva con él. Su esposo está mucho más cerca de la gracia que algunos otros que conozco, no se hace problemas para que usted sea cristiana ni siquiera pone trabas para que sus hijos la acompañen en el camino de la fe, ¿por qué sentir culpa? No tiene sentido.
Llevar a no cristianos a Jesús
El método para llevar a personas al evangelio es la metodología de Jesús, toda otra metodología carece de sentido:
1. Jesús se mezclaba con las personas que necesitaban escuchar. En otras palabras, no les decía a las prostitutas, los publicanos y a los pecadores: “Vengan a escucharme”, él iba hasta donde ellos estaban, pero no para acusarlos, condenarlos o apuntarlos.
2. Luego, simpatizaba con ellos. En otras palabras, se acercaba a sus corazones. Iba para estar con ellos y escuchar sus dolores, angustias y conflictos. Siempre tenía una palabra de ánimo y esperanza.
3. Como estaba cerca de ellos los conocía, por lo tanto, podía ayudarles en sus necesidades, como nadie lo haría, porque sabía quiénes eran.
4. Eso implicaba que se ganaba su confianza. Los dolientes de su tiempo se acercaban a él porque llegaban a entender que él tendría alguna respuesta a sus aflicciones.
5. Sólo cuando había dado todos estos pasos los invitaba a seguirle.
Lo mismo puede hacer con su esposo.
1. Acérquese, escúchelo, no lo juzgue, no lo condene. Él la necesita porque usted es la única vía para la luz que él tiene.
2. Mientras esté usted allí para dar ánimo, esperanza y poner una nota de positividad en todo lo que él vive, él poco a poco entenderá que usted es un aporte positivo para su vida.
3. Esté a su lado para ayudarlo a enfrentar el día a día con un espíritu diferente, con una actitud positiva.
4. Mientras no juzgue ni se convierta en una piedra en el zapato, su esposo confiará en usted como una persona que tiene palabras sabias para él.
5. Si en algún momento se dan las condiciones, sin prepotencia, ni orgullo ni nada que suene a recriminación, puede decirle que la vida plena está a los pies de Jesucristo. Ore a Dios para que le da sabiduría para encontrar el momento adecuado.
Conclusión
Levante la frente. No deje de ir a la iglesia, eso será un mérito para el carnicero que la visitó en casa, no le siga el juego. Si él, con la prepotencia que ha demostrado la quiere juzgar nuevamente, no se lo permita, y simplemente limítese a decir:
—Jesús conoce, él sabe lo que vivo.
No diga más. Discutir con personas que han cerrado su mente a la gracia no sirve. Ni Jesús pudo con los fariseos de su tiempo así que no pierda el tiempo. Eso no significa despreciarlo, tenga compasión por ese hombre que se hace llamar pastor, simplemente él está viviendo en el desierto de la condenación y el legalismo, y no ha entrado aún a comer de los pastos verdes de la gracia. Si puede en algún momento dígale:
—Estoy orando por usted, para que el Señor cambie su manera de ver las cosas.
Y usted mi hermana, refúgiese en la gracia del Señor, en ese maravilloso Señor que nunca nos condena, sino que siempre está dispuesto a estar con nosotros, aún en los momentos de aflicción y error.
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Tal como en las otras respuestas, publicamos la misma con autorización de la persona involucrada. Sin embargo, quienes nos preguntan a través de nuestro blog, asumen la autorización explícita para publicar la respuesta en el mismo sitio.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
No se permite la publicación de este material sin la previa autorización del autor.
Hermoso!!
ResponderEliminarHace mucho que busco una respuesta y usted me la ha dado.
En una ocasion le mande un mensaje a mi esposo diciendole que era el amor, despues de varias líneas y de enviar el mensaje, me dije a mi misma, el amor (terranal) es tenerlo a él en mi vida. Mi esposo no es adventista y a mi se me hacía un nudo de dudas en la cabeza al pensar en tantas cosas, pero tengo el privilegio de que él jamás me ha prohibido ir a la iglesia y aunque no me acompaña, siempre está pendiente de mis cosas de la iglesia, apenas vamos a cumplir dos años de casados, no puedo pretender que Dios actue cuando yo quiera, pero tengo la fe y la esperanza de que si esta en nuestro camino, algún día asistiremos juntos a la iglesia.
Gracias por este espacio y por responderle a esta mujer, no sólo le respondió a ella si no a mi también.
Que Dios le bendiga y le de sabiduría para responder todas esas cartas.