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Bodas, celebraciones y la Biblia

PREGUNTA 

“Boda, matrimonio, ceremonia, fiesta, invitaciones a toda la familia y amistades, ¿es necesario? Cuando ya han sido divorciados, convivientes, viudos, separados....etc. o sólo se podría hacer una ceremonia de los dos interesados y el pastor bendiciendo esta unión? ¿Es aceptable lo que pienso?”.




RESPUESTA

Apreciado amigo o amiga:

No sé si eres varón o mujer, no lo dices en tu carta, pero en mi experiencia, la pregunta me la han hecho tanto personas de un sexo como de otro.

No es absurdo pensar lo que estás pensando, más aún cuando culturalmente las ceremonias matrimoniales se han convertido en algo fastuoso, caro y con una cantidad de simbolismos que nada tienen que ver con lo que es la intención inicial del matrimonio.

Historia de la fiesta del matrimonio en la Biblia

No hay antecedentes de cómo eran celebradas las bodas en el período anterior al diluvio. Sin embargo, lo poco que se sabe de los periodos más antiguos es que el vínculo matrimonial siempre se celebraba de alguna forma. Esto porque el inicio de una pareja como tal, no sólo es una cuestión individual, también tiene connotaciones sociales. A menudo es un compromiso no sólo de dos personas, sino de familias que se unen, especialmente, en el contexto patriarcal.

En tiempos del Antiguo Testamento la fiesta de matrimonio era un acontecimiento importante. No sólo era porque los jóvenes decidían casarse, sino además, porque había cuestiones relativas a la tierra y los compromisos que se adquirían.

Había dos momentos en la celebración de un matrimonio. La primera parte ocurría un año antes de que efectivamente se “casaran”. El joven y la señorita que se unían en esponsales, hacían un compromiso de fidelidad frente a sus padres, familiares, amigos y vecinos. Durante ese año eran considerados marido y mujer, pero cada uno seguía viviendo en la casa de sus padres, no podían estar en ningún momento completamente solos, si salían a pasear, había algún familiar que los acompañaba. En ese año podían arrepentirse del compromiso si querían. Era el equivalente al noviazgo de hoy, con la salvedad que no había ningún tipo de contacto físico, ni besos, arrumacos ni caricias. Eso estaba reservado exclusivamente para el matrimonio.

Al finalizar el año, que generalmente coincidía con la primavera, se realizaba la boda. Esta era oficiada por los padres de ambos contrayentes, o en caso de haber muerto uno de los padres, el hermano mayor de aquel que había perdido a su padre. La ceremonia se hacía frente a la puerta de la que sería la casa de la pareja. La fiesta duraba, por lo general, siete días, pero no estaban todo el día enfiestados, sino que en las noches, se hacían cenas especiales, y en el día atendían las labores propias del campo y la ganadería. Se seguía esa costumbre, porque a menudo venían parientes lejanos que tenían que caminar o viajar grandes distancias. No tenía gracia venir por un par de horas, entonces, era una celebración familiar importante. En ocasiones, había más de una boda, por la misma circunstancia.

El novio y la novia se vestían de vestidos de colores, como una muestra de alegría, era la forma en que los israelitas celebraban no sólo la nueva pareja, sino la alegría de la primavera.

Las modificaciones posteriores

Posteriormente, especialmente durante la Edad Media, comenzó un lento proceso para normar los matrimonios. De alguna forma la bendición de la iglesia se convirtió en una manera de controlar las parejas que se formaban. En algún momento del medievo se consideró obligatorio que sólo los sacerdotes bendijeran la relación matrimonial, cosa que no se había hecho nunca, puesto que los encargados de pedir la bendición sobre los hijos eran los padres. Sin embargo, en la dictadura religiosa que se instauró en la época medieval eso se proscribió y un matrimonio sólo se consideraba válido si se había dado la bendición sacerdotal (una historia de todas estas tradiciones se encuentra en el libro de Uta Ranke-Heinemann, Eunucos por el reino de los cielos).

Al comienzo las ceremonias se hacían frente a la puerta de la iglesia. Como existía el mito de que el matrimonio en alguna forma era pecaminoso por la vida sexual, no se consideraba suficientemente santo como para hacerse dentro de la iglesia. En algún momento, un príncipe exigió hacer su ceremonia dentro de la iglesia, y se le permitió que lo hiciera al medio del templo, luego, un rey pidió lo mismo y se hizo frente al altar. De allí se creó la tradición de las ceremonias en las iglesias.

No hay ningún fundamento bíblico para la bendición sacerdotal matrimonial ni para la ceremonia en el templo. Eso es parte de la tradición cristiana, que no está ni bien ni mal, es sólo eso, una tradición que en algunos lugares tiene más importancia y en otros menos. Es importante entender que nació en un contexto socio-político, y tenía como fin controlar a las nuevas parejas que se formaban.

Bíblicamente, según lo que se establece en Cantar de los Cantares y también en 1 Corintios, el matrimonio sólo se consuma como tal cuando la pareja tiene vida sexual, por eso puede ser que alguien reciba una bendición sacerdotal o pastoral, pero mientras no tengan vida sexual, no son marido y mujer.

Posteriormente, se introdujo un dogma católico que no tiene ningún fundamento bíblico, y fue convertir al matrimonio en sacramento. Se consideró que la bendición sacerdotal le otorgaba a la pareja una “dispensa” para tener relaciones sexuales, y eso les daba mérito de salvación, puesto que iban a participar en el acto de la procreación. De allí que se hizo obligatoria la bendición sacerdotal, por eso que por siglos los matrimonios de judíos o de otras religiones, no fueron considerados válidos, porque no tenían la “bendición” sacerdotal.

Contrato civil

Hay antecedentes desde los egipcios de algún tipo de inscripción civil del matrimonio, pero, no era común ni universal. Sólo fue hasta la Revolución Francesa, cuando se instauró el contrato matrimonial como una cuestión exclusivamente de derecho civil, de esa manera, se le quitó al fuero religioso el poder de validar el matrimonio.

De la misma forma, el estado revolucionario francés instituyó el divorcio como un derecho fundamental, consecuencia lógica de considerar el matrimonio como un contrato civil que confería deberes y derechos. La ley fue promulgada en 1792 y se establecieron al menos siete motivos de causales inmediatas de divorcio.

Cuando la revolución tomó el control, entonces, desplazó a la iglesia del férreo control que ejercía sobre la familia, haciendo que ahora dicha función fuera regulada exclusivamente por el poder civil.

De esta forma comenzó un movimiento, que no tiene base bíblica, para culpabilizar o hacer sentir a los contrayentes que estaban “pecando” si no tenían una ceremonia religiosa o un sacerdote o pastor no daba una bendición para su matrimonio.

En la mayoría de las legislaciones el matrimonio civil tiene un sentido lógico dentro del contexto de un “contrato civil” y con el matrimonio legal se norma la situación de los hijos, del patrimonio y de los derechos y deberes de la pareja, por eso, para protección de todos los involucrados es importante la ceremonia civil, aunque ya hay países que reconocen deberes y derechos a las personas que se han unido, sin tener una ceremonia civil.

Vivir de mitos

Un matrimonio en la iglesia es deseable, pero no es absolutamente necesario. La mayoría de las personas acude a una congregación para celebrar su matrimonio, porque de alguna manera está queriendo recibir la bendición de Dios, y eso si es encomiable, pero si creemos en la doctrina del sacerdocio universal de todos los creyentes, una pareja puede pedir a Dios la bendición para su unión sin tener que ir a una iglesia.

Las uniones en una iglesia son lindas, inolvidables, pero no son más que una tradición sin fundamento bíblico, eso no significa que están mal, pero tampoco deberíamos satanizar a quienes creen que no es necesario. En este, como en otros temas, debe primar la conciencia individual y no una tradición que a veces, por las normas y costumbres que se han gestado a su alrededor, suelen ser causa de disputas, exclusiones, discriminaciones o situaciones lamentables que no tienen nada que ver con la celebración que la pareja espera para su unión.

Lo importante es que la pareja solicite la bendición de Dios. Dicha bendición pueden hacerla sus padres, ellos mismos, un líder de la iglesia o un pastor o sacerdote. Pedir una bendición es lo más sencillo, contar con la bendición de Dios de manera cotidiana, dependerá de si están dispuestos a invitar a Dios a sus vidas todos los días.

Es probable que alguien se sienta perturbado con una respuesta como la que doy, sin embargo, tengo que ser honesto con la evidencia bíblica, de otro modo, hacemos de la tradición algo más importante que lo que la Escritura señala.

El matrimonio como sacramento

Lamentablemente se ha introducido en el cristianismo la idea de que el matrimonio es un sacramento, lo que no es correcto desde la perspectiva lógica, ni de la visión teológica.

Lo único que confiere salvación, santidad y justicia es la sangre expiatoria de Jesucristo (Efesios 2:5; 1 Timoteo 2:5; Hechos 15:11; Juan 3:16) y no una ceremonia matrimonial. Cuando se le otorga a la ceremonia matrimonial y al matrimonio mismo un carácter sacramental o sagrado, se le confiere un significado que la Biblia no otorga.

El matrimonio no es un sacramento, es un pacto entre dos personas, que por mutuo acuerdo deciden vivir juntos con todo lo que eso implica desde el punto de vista legal, social, religioso y ético. Un matrimonio confiere privilegios y deberes. Si las personas aprenden a vivir dentro del marco legal que garantice la dignidad y la equidad en la relación y la protección adecuada para los hijos que vendrán, entonces, han dado un paso en el sentido correcto.

Cuando se le da un carácter sacro a la ceremonia matrimonial se carga de culpas a quienes por una u otra razón no han podido acceder a una ceremonia tal, incluso, llegando a empañar su relación por razones que han nacido en la tradición y no en el relato bíblico.

Una boda es una celebración, eso sí, porque se comienza una vida en común de una forma en que ambos, marido y mujer, vivirán el privilegio de tener la compañía de otro ser humano a su lado, con privilegios y deberes, que harán que su vínculo sea un motivo de alegría, plenitud y crecimiento. Como tal, el hacer partícipes a la familia, los amigos y quienes se vinculan con la pareja, es algo bueno porque están participando juntos en una celebración donde evidentemente, tendrán que establecer vínculos con ellos.

La redención

Por último, hay una gran cantidad de situaciones propias de un contexto de pecado e imperfección. Las personas pueden equivocarse no sólo en la elección del cónyuge, sino además, ocurrir problemas que hacen que el pacto sea imposible o muy difícil de vivir.

Para que un matrimonio se mantenga se necesita un pacto donde cada cónyuge haga su parte, sin embargo, eso no ocurre siempre.

Lamentablemente se dan situaciones de abandono, violencia doméstica, infidelidad, desviaciones sexuales, y un sinfín de complicaciones que en algunos casos resultan horrendas y tremendamente destructivas para las parejas. Si se le consulta al catolicismo, su respuesta aún en este tipo de situaciones será que el matrimonio es indisoluble y que Dios otorga una gracia especial a los contrayentes para mantenerse casados, porque según el catolicismo, el mantenerse en matrimonio es una dispensa sobrenatural.

Desde la perspectiva bíblica dicho concepto no tiene fundamento. El divorcio era aceptable en el mundo israelita de Cristo, sólo que en dicho contexto, eran los varones los que casi con exclusividad contaban con dicho privilegio, no así las mujeres. Dios se “divorcia” del pueblo de Israel (la esposa), cuando ésta no cumple su parte o reniega de su pacto. Es un tema que se repite en muchas ocasiones en la Biblia (Salmo 78:10, 37; Jeremías 3:20, 31:22; Oseas 2:2).

Algunos, siguiendo la lógica católica de la indisolubilidad del matrimonio, se atreven a condenar a quienes por una u otra razón han roto sus matrimonios, y es más, algunos se convierten en jueces de quienes han buscado una nueva pareja. Dios es Dios de redención. Si alguien se equivocó, por la razón que sea, condenarlo el resto de la vida, no tiene nada que ver con un Dios redentor y de oportunidades.

Mantener un matrimonio de manera permanente es el ideal, pero, no siempre se cumple por diversas razones que deben ser analizadas caso a caso, pero nunca convirtiéndonos en jueces de la vida ajena. Sólo quienes han vivido su realidad, son los únicos que pueden juzgar lo que viven. A menudos, los espectadores son parciales, o están equivocados en sus apreciaciones.

Atiendo parejas hace más de veinte años y nunca he visto a una pareja que rompa su vínculo matrimonial que se sienta con dicha o no experimente una gran sensación de fracaso. La condena, el juicio y la exclusión, no sólo no ayuda, al contrario, crea heridas que tienden a confundirse con Dios, porque la gente al observar que son profesos cristianos los que los condenan y atacan, comienzan a creer equivocadamente que es lo mismo que Dios hace. Lo que las personas necesitan es restauración, y en ningún caso condena y una actitud de justiciero. En dicho contexto, una ceremonia de matrimonio o bendición, se convierte en un bálsamo sanador y en muchos casos, restaurador.

Los que llegan a la iglesia llegan mancos, cojos, heridos de muerte, sangrando y con úlceras a flor de piel, la misión de la comunidad cristiana es traer paz, promover la sanidad, y no convertirse en una agencia de juicio y exclusión.

A veces en nuestro celo por defender “la norma”, nos olvidamos que Jesús vino a “para anunciar buenas nuevas a los pobres […] a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18-19). En ese contexto es función de los creyentes mostrar caminos de redención y alivio, y no de condena.

Conclusión

El matrimonio es un don de Dios. Cuando dos personas deciden casarse lo hacen en un pacto de amor y asumen el compromiso de velar por la felicidad de uno y de otro.

También es una celebración en donde son incorporados la familia y los amigos, como una forma de integrarlos en un momento especial en la vida de la pareja.

La celebración de bodas en la iglesia es una tradición medieval, no es ni mala ni buena, y cuestionar a quienes deciden no participar en una ceremonia eclesiástica no corresponde, en el contexto de la libertad y del sentido del matrimonio.

Si una pareja decide solicitar una ceremonia, evidentemente, se deberá regir por las normas que cada congregación asigna para estas ceremonias dentro del ritual propio de dicha comunidad cristiana, es el costo de querer realizar una ceremonia religiosa y en un templo.

Si en cambio, deciden solicitar a un religioso (pastor o sacerdote) que oficie una ceremonia particular, del mismo modo, es parte del proceso aceptar las directrices que cada religioso pondrá dentro de su comprensión o tradición particular.

No hay nada extraño en todo esto, cualquier iglesia o congregación tiene todo el derecho del mundo de poner las directrices que quiera, otra cosa es pretender que todo lo que se hace tenga fundamento bíblico. Es más fácil admitir que algunas prácticas simplemente son parte de una tradición, eso ahorraría tiempo en discusiones o analices vanos.

Lo que debe primar siempre es no perder de vista que Jesús es restaurador y perdonador. Como dice Pablo, en Cristo “tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:14). Nada es más importante que eso.

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Tal como en las otras respuestas, publicamos la misma con autorización de la persona involucrada. Sin embargo, quienes nos preguntan a través de nuestro blog, asumen la autorización explícita para publicar la respuesta en el mismo sitio. 


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
No se permite la publicación de este material sin la previa autorización del autor.

9 comentarios:

  1. ¡Excelente artículo!

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  2. Muy buen artículo, Miguel. Lo bueno de tus respuestas es que hacés pensar a la gente dando todo un contexto social histórico y religioso y no solo dando la respuesta directamente. Se nota que tenés alma de docente. Dios siga bendiciendo tu ministerio. Felíz día del trabajador.

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  3. Daniel Vera Alvarez1 de mayo de 2013, 13:18

    Excelente. Muy interesante.

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  4. Alfredo Horacio Rosa Wittig1 de mayo de 2013, 13:19

    Es verdad hay muchas cosas que la hacemos por tradicion ( que no significa q sea malo) pero q la colocamos un nivel de santidad superior . Por ejemplo esta normado en el manual de iglesia q en la division sudamericana solo un pastor ordenado puede dirigir una ceremonia de matrimonio y no un anciano ordenado y cuando pregunto el motivo de ello me indican q eso esta normado y nada mas...

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  5. Brillante análisis y conclusiones Miguel Angel, y se aplica a varios contextos, a veces en las iglesias están mas preocupados en el vestido, los pendientes, el cabello con o tinte , que si vienes con pendientes no entras, rtc., alejando vidas de Jesus, por situaciones vanas; perdiendo el significado real de lo que significa ser un verdadero Cristiano y seguir a Jesus, el tan inmenso e incomparable el amor de Dios y es tan poco lo que nos pide, pero a su vez tan valioso para nuestras vidas. Bendiciones amigos.

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  6. Muy bueno su análisis, pastor. Anteriormente ya había escuchado lo mismo por parte de mi cuñado que estudió teología, y tiene pensamientos muy parecidos a los suyos. Pero me he quedado con algunas dudas sobre el matrimonio y las relaciones pre maritales... ¿En qué punto, de qué forma y por qué, entonces, es pecado convivir y mantener una vida sexual con una pareja sin realizar una ceremonia matrimonial civil o religiosa (por los motivos que sean), pero habiendo decidido ya vivir el resto de la vida con esa persona, y pidiendo (y creyendo) tener la bendición de Dios en sus vidas? Pregunto porque, por fuerza mayor, me vi en la necesidad de ir a vivir con mi novio estando embarazada de un bebé suyo, pero incluso antes de quedar embarazada ya estaba en nuestros planes casarnos y formar una familia. Sólo que luego de 2 años recién pudimos costear los gastos para realizar una ceremonia de matrimonio con la familia y amigos más cercanos, pero ceremonia civil solamente, porque cuando solicité a algún anciano de iglesia (hasta le pedí a un pastor) que hiciera esa oración de bendición de forma pública después de la ceremonia civil, todos se negaron diciendo que (como dice la "norma" de la iglesia) no podían porque ante los ojos de Dios yo ya estaba casada y que yo ya contaba con la bendición de Dios, y que por proteger la imagen de la iglesia esa oración no podía ser pública, sino que privada sólo con la pareja, porque hacerlo público era disfrazar una boda como bendición y ellos no me podían casar por mi situación. Entonces, si dicen que yo ya estaba casada y que por eso no podían orar en mi ceremonia civil, ¿era realmente necesario que me casara por el civil? porque si yo me quisiera bautizar de nuevo (cosa que sí quiero y siempre quise desde que me borraron) yo necesariamente debía estar casada, o separada del padre de mi hija... Entonces, todas esas cosas no las entiendo, veo muchas contradicciones... ¿Qué es lo correcto? Apreciaría mucho su respuesta. Que Dios le bendiga.

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  7. Exelente articulo, aclaro mis dudas.
    Gracias.

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  8. Muy buena informacion. Muchas gracias por tomerse el tiempo para que personas como nosotras necesitadas de palabras de sabiduria y con temor a Dios buscando respuestas. Nuestras almas puedan ser alimentadas.

    A Dios gracias x su vida.

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  9. Buen artículo. Gracias y Dios le bendiga.

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