Dr. Miguel Ángel Núñez
PREGUNTA
“Soy viuda. Tengo 60 años. Tuve un buen matrimonio. Mi
esposo murió hace seis años, luego de una larga y penosa enfermedad. Mi último
hijo se fue de casa un tiempo después. Llevo casi tres años viviendo sola. Soy
una mujer en muchos sentidos plena. Mis hijos son todos buenos, pero ellos
tienen su vida. Viven lejos, algunos en otro país, suelo visitarlos tres o
cuatro veces al año. Soy una mujer sana, vivaz, alegre, y provengo de una
familia longeva, por eso creo que me queda mucha vida por delante. Sin embargo,
no quiero pasar el resto de mi vida sola. ¡Ya me siento profundamente sola!
Cada vez que llego a casa luego del trabajo, siento un pesar enorme, una
soledad indescriptible. No tengo perro ni gato, y no quiero tenerlos tampoco.
Lo que deseo con toda mi alma es un compañero, alguien tan bueno como fue mi
marido. La única vez que me atreví a decirle algo al respecto a mi hijo mayor,
se enojó conmigo y me dijo de manera muy brusca que mis deseos eran una
traición a la memoria de su padre, así que me quedé chasqueada y no me atreví a
correr riesgos contándoles a mis otros hijos. Luego, le hablé al pastor de mi
iglesia, el me quedó mirando, se sonrió (con una risa que más me pareció una
mueca), luego me dijo simplemente, “hermana, por qué no mejor se dedica más a
la obra misionera”, ¡eso fue todo! Me quedé abrumada. Comunico a otros mis
creencias en mis ratos libres, pero al llegar a casa quisiera que me estuviera
esperando alguien, con quien charlar, ver televisión, mirar una película, salir
a pasear… ¡Es tan duro comer sola! ¡Tan difícil irse a la cama sintiendo que la
soledad me pesa una tonelada! Tengo recursos, puedo vivir tranquila el resto de
mi vida, sin problemas. Trabajo porque no quiero estar en casa. Tengo dos
amigas, una viuda y la otra divorciada, y sólo me han metido miedo, me dicen
que es probable que me encuentre un don nadie. ¿Qué hago con esta sensación de
soledad? ¿Cómo recupero la alegría? ¿Es demasiado pedir desear tener un
compañero para el resto del viaje?”.
RESPUESTA
Querida amiga:
¡Búscate un novio y déjate de tonterías! ¡Pásalo bien!
¡Manda a la gente —incluyendo al egoísta de tu hijo mayor— a la punta del
cerro! ¡Vive! ¡Disfruta! Que la soledad es morir en silencio.
Una vida buena
Es perfectamente normal que las personas que han gozado de
un buen matrimonio, quieran experimentar de nuevo con el casamiento. Un
matrimonio bueno, augura una vida buena. Tienes todo el derecho del mundo a
desear tener un compañero.
La vida es amar, quien no ama, se pierde la totalidad de su
existencia. La soledad más amarga es la que se vive sin tener a alguien al lado
a quién contársela. Es la soledad de la multitud. La soledad de la
indiferencia. No tienes por qué vivir el resto de tu vida con ese sentimiento
desgarrador que tienes. Nadie te obliga a la soledad. Deja de vivir pensando en
lo que dirán los demás, por ese camino, no avanzarás y terminarás tus días
amargada y con una sensación de estar viviendo en una prisión.
Alguien a quien amar
Sólo procura no vivir un amor egoísta que te tenga a ti como
centro. Busca alguien a quien amar. El
amor se desarrolla mejor cuando procuras dar y cuando estás pendiente de la
felicidad de otro. En el amor no hay lugar para el egoísmo. Así que busca a
alguien que necesite tú amor y entrégaselo con toda la alegría del mundo, como
si fuera tu primer día del resto de tu vida.
El amor verdadero exige que tú no estés en el centro de la
ecuación, sino que estés dispuesta a no buscar a alguien sólo para satisfacer
tu necesidad de compañía, por ese camino puedes cometer el error de convertir a
la otra persona en sólo un medio, y eso no es justo para nadie. Si estás
dispuesta a buscar la felicidad de otra persona, entregarte para amar sin
condiciones, entonces, tendrás como resultado natural todo, compañía y amistad.
Muchos cometen el error de confundir el amor con la
satisfacción de necesidades. Es perfectamente lícito que no quieras estar sola,
no es correcto que utilices a otra persona. Eso es amor adolescente e infantil.
Una persona que ha crecido en el amor sabe que el amor tiene un componente de
sacrificio y entrega, y paradojalmente, eso es lo que hace que sea tan pleno.
Lo complejo del asunto, es que debe encontrar a alguien que
se entregue tanto a ti como tú a él. Porque el otro componente fundamental del
amar es la reciprocidad, de otro modo, se convierte en lenta agonía.
La importancia de ser
honesto consigo mismo
Tú estás siendo honesta contigo misma. Hay personas que no
lo son nunca. Es probable que tus amigas tengan la misma sensación tuya, pero se
mienten a sí mismas, que es a la larga la peor mentira. Hay que ser honestos
consigo mismos de manera implacable, aunque eso implique que el resto de las
personas no te entienda o no quiera entenderte, porque siempre es más fácil
vivir un baile de máscaras, que dar la cara a la vida, sin mentiras que te
anulan.
Hay gente que te va a apoyar y otras no, ¿y qué? Ellos no
están en tus zapatos, no viven tu soledad, no conocen tus sentimientos. Sé
honesta contigo misma y deja de buscar la aprobación de otros. No caigas en la
dolorosa vía del conformismo, muchos lo hacen, por eso alguna vez el filósofo Henry
David Thoreau escribió: “La mayoría de
los seres humanos llevan una vida de silenciosa desesperación”. No permitas
que eso te pase a ti. Eres arquitecto de tu propio porvenir.
Busca a un amigo
La verdadera relación de pareja se basa en la amistad, así
que busca un amigo, alguien que te acepte por lo que eres, no por lo que
pareces ni por lo que tienes. Una persona que sea capaz de conversar. Alguna vez
leí en un libro de Frederick Nietzsche que decía “el matrimonio es una larga conversación”, y tenía razón. El diálogo
honesto, respetuoso, con cariño y bondad, es la base de una buena relación.
No le creas a quienes dicen que no debes enamorarte de un
amigo, esas personas, simplemente piensan con los estereotipos de las novelas
de Corín Tellado o con las estupideces de las telenovelas… La vida es mucho más
sencilla, una relación basada en la amistad produce estabilidad.
Reír, dialogar, conversar hasta que el sol los sorprenda en
la mañana, esa es la relación que necesitas, y por ahí hay alguien que anda
buscándote, tanto como tú a él.
Ponte en campaña
No vas a encontrar novio recluida en tu casa, no eres monja,
así que abandona los hábitos de la rutina de viuda solitaria que ve pasar el
mundo detrás de su ventana. ¡Ponte en campaña! ¡Has de la búsqueda un trabajo!
Dices que tienes recursos, así que trabaja medio tiempo, el resto dedícate a
buscar, como si de eso dependiera tu vida… en realidad, de eso depende tu vida…
Hazte socia de clubes de personas mayores, empieza a visitar
círculos cristianos, viaja, deja a las amargas de tus amigas y ve en busca de
tu Romeo que no vendrá solo a cantarte debajo de tu ventana, tienes que ir y
mostrarle que tú eres la mejor alternativa para su vida, y eso se logrará sólo
cuando te atrevas a exponerte, a ser vulnerable, a dejar que te conozcan.
Muchas personas prefieren rumiar su desesperanza y amargura
que salir a buscar a la persona que puede acompañarles el resto del camino… No
dejes que eso suceda. En ti está el ser feliz o no. Es cierto que te puedes
equivocar, pero, no estás muerta, así que si conoces a alguien y no reúne todas
tus expectativas, entonces, déjalo a la orilla del camino y sigue avanzando.
Por eso es tan importante la amistad, porque en ese contexto puedes conocer sin
compromiso emocional, los amigos siempre se muestran tal cual son.
No hagas un monumento
a tus muertos
Es probable que hayas sido una madre entregada a tus hijos,
y lamentablemente le distes demasiado. Los hijos que reciben todo, sin medida,
a menudo son caprichosos, vanidosos y egoístas. Tú hijo, emocional y
socialmente inmaduro está construyendo un monumento a un muerto, no hagas tú lo
mismo.
Los muertos están muertos. Permitir que su ausencia te
inmovilice es absurdo. ¿Por qué permites que tú hijo te controle? ¿Por qué
dejas que te maniate con sus egoísmos? Tu esposo está muerto. Tú estás viva. No
te mueras interiormente, no vale la pena, no creo que tu esposo hubiera querido
eso, porque cuando hay amor se desea lo mejor para el ser amado.
Un hijo maduro, entenderá que tú eres dueña de tu vida y
tienes derecho a decidir lo que quieras. Al contrario, un hijo que realmente te
ama te respetará, te apoyará, incluso aun cuando no esté plenamente de acuerdo
contigo.
Sal a buscar al hombre que te acompañará el resto del
camino. No pidas permiso, a nadie. A tus hijos sólo infórmales y aprende a ser
asertiva diciéndoles:
—Si quieren me apoyan, si no, es su decisión.
Luego, cuando decidas casarte, envíales una invitación, si
vienen, que lo hagan en buena onda, si no, que se queden en su reducto de
caprichos egoístas. No permitas que otros manejen tu vida, eso no es justo ni
racional.
Aléjate de los
vendedores de amargura
Tú eliges con quien quieras estar, pero no te equivoques,
las demás personas trasmiten a tu vida lo que ellos son, así que elige a
personas que te apoyen, que estén contigo aun cuando no estén de acuerdo. La
amistad consiste en aceptar sin condiciones.
No te juntes con vendedores de amargura. Algunos son
expertos en concentrarse en el lado oscuro de la existencia, pues simplemente deshazte
de ellas y busca gente más positiva.
Las dos “amigas” que tienes, que tienen tanto miedo, en
realidad proyectan en ti sus propias taras. Decirte que puedes encontrar a un “don
nadie” es un insulto a tu inteligencia, una forma sutil de ofenderte. Tú vas a
buscar, con inteligencia, sin desesperación y sabiendo que en una relación te
la juegas por tu derecho a vivir en compañía. El amor verdadero no es ciego,
mira bien, así que no le hagas caso.
Si te equivocas, con las mejores intenciones, y te
encuentras a un lobo vestido de oveja, a un sapo disfrazado de príncipe, o a
una serpiente susurrante vestida de adonis… pues, sigue, envíalo a la punta del
cerro y continua buscando. Inmovilizarte por un error es aumentar a la equivocación
una tontería, no es sabio permitir que una mala decisión te controle.
¿Puedes sufrir? ¡Claro! Es el riesgo, pero míralo en
términos de la alegría que tendrás si encuentras a esa persona que llene el
vacío que sientes. Una persona a quien amar y que te ame, y que esté dispuesto
a acompañarte en el último recodo del camino.
No espiritualices
Lamentablemente no tienes pastor, porque el que tú llamas
pastor es simplemente una persona con título, pero sin empatía. Decirte la sandés
que te dijo lo retrata como alguien que no entiende ni se da al trabajo de
comprender a los demás, así que no le hagas caso. Sigue adelante y has como que
no has escuchado. No vale la pena detenerte en palabras que no valen la pena.
Lo que sí tienes que hacer, ya que eres una persona creyente,
es entender que Dios no es casamentero. Dios no te va a buscar pareja ni ésta
te va a caer del cielo. Esa idea absurda de que Dios nos pone la pareja es
infantil, procede de una comprensión inadecuada de la religión. Es convertir a
Dios en algo que no es. Dios te dio cerebro, úsalo. Él te puede dar sabiduría,
fortaleza, discernimiento, pero siempre la decisión será tuya. Así que no
espiritualices, sólo vive aferrada a su amor, y sigue los principios que Dios
señala en su Palabra que están allí como guía para que te orientes, pero no
para decidir por ti.
Vete a un crucero… y
sé feliz
Así que amiga, busca a tu compañero. Disfruta la vida, que
ésta se va en un parpadeo y antes que te des cuenta ya tendrás ochenta años y
estarás cargada de años, pero, que sean años llenos de compañía, de amor, de
alegría.
Cuando encuentres a tu amado, vende alguna propiedad o gasta
parte de tus ahorros y vete a un crucero. Llena el resto del viaje de recuerdos
felices. Eres tú la encargada de vivir tus últimos años rodeada de alegría o de
amargura. Tú eliges.
Me encantaría verte en un crucero, sintiendo que el viento
juega con tu pelo, que estás mirando como el sol se esconde en el horizonte y
de pronto se acerca él con un vaso de jugo de piña y te sonríe con la sonrisa
que da el amor y el compañerismo. Así que comienza a hacer la maleta, y deja el
temor que te inmoviliza.
Me sentiría muy feliz si recibiera una invitación para
participar en tu boda, de verdad que haría un esfuerzo para participar.
Personas como tú, que no bajan los brazos, que están dispuestas a soñar y a
continuar llenando la alforja de alegría, son las que me dinamizan, las que me
motivan a seguir, las que me animan a escribir.
Amiga propongo un brindis por la vida, un brindis por tu
alegría futura, un brindis por el amor… ¿qué hay más hermoso que eso?
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Si despuès de leer esta respuesta, la señora no està en un crucero, es porque siguiò frecuentando a esas dos "amigas".
ResponderEliminarAbrazos. Gran, gran respuesta!!
Saludos y bendiciones.
ResponderEliminarDios entiende la soledad, por eso, nos da la oportunidad de irnos de paseo, en este caso, en un crucero.